Día del Seminario 2024

«Padre, envíanos pastores» es el lema del Día del Seminario de este año, que como siempre coincide con la solemnidad de San José, el 19 de marzo, y que se traslada al domingo más cercano para su celebración en las iglesias y parroquias, concretamente, este domingo día 17.

Según la Conferencia Episcopal Española, en el curso 2023-2024, 143 jóvenes han sido llamados a la vocación sacerdotal y han ingresado en los seminarios españoles. Con ellos, el número de seminaristas asciende a 956.

En nuestro Seminario Diocesano de Jaén tenemos actualmente 18 seminaristas. Este año han comenzado su formación sacerdotal 3 seminaristas, de los cuales dos de ellos son de nuestras parroquias de Bailén. Si queréis conocer más a fondo nuestro seminario, podéis hacerlo entrando en su web: seminariojaen.es

En la reflexión teológica, que se incluye entre los materiales del día del Seminario de este año, se explica el significado del lema de esta jornada «Padre, envíanos pastores». En el texto se señala cómo debe ser un buen pastor en la Iglesia. Los verbos «ver y compadecerse, configuran a Jesús como el Buen pastor. Su compasión no es solo un sentimiento humano, sino que es la conmoción del Mesías en la que se hizo carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de nutrir a la multitud con el pan de su palabra. O sea, enseñar la Palabra de Dios a la gente. Jesús ve; Jesús tiene compasión; Jesús enseña».

Así, subrayan en esta reflexión que «la distancia aparentemente insalvable entre los seres humanos, que haría pensar en un rebaño sin pastor para el que la compasión es imposible, fue franqueada definitivamente por Jesucristo, el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas. Él, al tiempo que pasa «por los hombres» la vía sufrimiento, pasa al Padre la realidad del sufrimiento de los hombres».

Con este vídeo vocacional podemos conocer mejor la realidad de nuestro seminario con motivo de esta campaña vocacional 2024.

Nuestros seminaristas de Bailén son Antonio Pradas Padilla, de la Parroquia de La Encarnación y Francisco Jesús Comino Castro, de la Parroquia de El Salvador. Nuestros dos amigos comenzaron su andadura en el Seminario a principios del mes de septiembre, después de un largo camino de discernimiento vocacional previo, no exento de dificultades. La formación del Seminario es una formación integral y personalizada, articulada en torno a cuatro dimensiones íntimamente unidas que interactúan simultáneamente en el proceso formativo y en la vida de los presbíteros: la dimensión humana, la dimensión espiritual, la dimensión intelectual y la dimensión pastoral. En este breve tiempo ya han podido vivir un sin fin de experiencias formativas, que les acompañarán D.m. en estos años de formación y de configuración con Cristo Buen Pastor. Sin ir más lejos, el día de Andalucía tuvimos una convivencia en la que participamos las familias, los formadores y los párrocos de todos los seminaristas, en la que disfrutamos profundamente de un bello día en el que compartimos multitud de inquietudes y dimos gracias a Dios por estos jóvenes valientes.

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ANTONIO PRADAS PADILLA
Parroquia de La Encarnación

Me llamo Antonio, tengo 34 años, soy de Bailén y pertenezco a la Parroquia de La Encarnación. Soy seminarista de Introductorio, por lo que he empezado este año. Llevo desde septiembre en el seminario.

Aunque mi vocación nunca fue la de ser sacerdote, la llamada del Señor me viene desde pequeño. En mi infancia y adolescencia no dejaba de acudir a la Iglesia por la profunda devoción que sentía hacia Nuestro Señor y su Santísima Madre. Y esa devoción era más fuerte por las imágenes titulares de mi cofradía. La semana santa era mi época favorita del año. Por tanto, a través de la parroquia y mi cofradía es como esa fe y devoción fue cada vez más grande. Pero con los años me dediqué a mis estudios, porque yo quería tener una carrera. Tras la etapa del colegio, me fui a Madrid donde me licencié en Derecho y Ade. Pero al terminar ambas carreras, fue cuando me di cuenta de que no era lo mío y que quizás el camino del Señor me daría más felicidad. Al volver al pueblo, me dediqué a preparar oposiciones, que es lo que he hecho en los últimos años, pero la llamada del Señor cada vez era más fuerte. Acudía más a la parroquia a participar en todos los cultos y actividades que se organizaban. Hasta que llegó un año que le comenté mis inquietudes a mis párrocos y visité el Seminario por primera vez. Fue un día precioso, me sentí muy arropado tanto por los formadores como por los seminaristas. Y a partir de ahí, en mi interior se fue removiendo algo cada vez más grande. Por fin, en el pasado año 2023, después de mucho pensarlo y hablarlo con mis párrocos y mi familia, me planté y me dije que tenía que intentarlo, que el Señor no paraba de llamarme y tenía que responder a esa llamada, y entrar en el seminario. Entonces entré, llevo desde septiembre y estoy contento. Disfruto de lo que hago y, sobre todo, de dedicar mi vida al Señor. No sólo meditar su Palabra, orar y estudiar, sino también ejecutar y llevar a cabo lo que recibo de él todos los días. Con mi ejemplo, transmitir su amor y misericordia a los demás. Ojalá el Señor me siga iluminando para llevar a buen puerto estos años que me quedan y llegar a esa meta que será, si Dios quiere, mi ordenación.

FRANCISCO JESÚS COMINO CASTRO
Parroquia de El Salvador

Queridos vecinos y hermanos:

Algunos ya sabéis quien soy, pero otros no, por lo que me presento, soy Francisco Comino o como la mayoría me conocen, el hijo de Paco y Custo (uno de los mejores títulos que me ha podido tocar en esta vida), un bailenense de veintidós años que ha entrado este año en el Seminario Diocesano de Jaén.

En este tiempo de Cuaresma, tiempo de penitencia y conversión me gustaría trasladaros mi testimonio vocacional, un testimonio que tiene mucho de estas prácticas cuaresmales.

He nacido en una familia católica practicante, siendo el mayor de tres hermanos. Una familia que siempre ha estado vinculada a la parroquia y al movimiento cofrade de nuestro pueblo. Aún sigue recordándome mi padre como con solo tres años cogí mi túnica morada y «aguanté como un campeón toda la procesión del Amarrao».

Es por primera vez, en los bancos de mi apreciada parroquia de El Salvador, acudiendo a misa recurrentemente e intentando descifrar las escenas de los diferentes cuadros del templo, a una edad temprana, cuando me surge esa idea del sacerdocio, pues yo quería imitar a esa persona que despojándose de sí mismo, tomó la condición de esclavo. Esta idea del sacerdocio me hizo querer involucrarme más en la parroquia y decidí ser monaguillo, tras hacer la comunión, durante tres años y medio y posteriormente catequista.

Sin embargo, a partir de los dieciséis años, como aquella semilla que cae tanto en terreno pedregoso como entre abrojos, en un contexto complejo a nivel personal, sufro una crisis de fe que hace que me aleje de la Iglesia y que entre en una relación compleja con Dios. Eternos diálogos eran los que entablaba con el Nazareno subiendo la calle de la Amargura bajo el trono, en donde muchas veces no hallaba respuesta.

En este contexto empecé mi primera carrera que fue el Doble Grado de ADE+FICO, en la que duro dos años para posteriormente, con veinte, cambiarme a Derecho (la cual sigo acabando). Estos dos años estuvieron marcados por la pandemia de la COVID-19. Durante este tiempo donde se nos pidió recogernos y estar en casa, me doy cuenta de que, sino meto a Dios en la ecuación de mi vida, todo carece de sentido. Siendo consciente de esto, decido resolver todo lo relacionado con mi crisis de fe y contacto con don Manuel para hablar de Dios y de la religión. Dios siempre llama, pero no siempre lo escuchamos, y yo con esa llamada a uno de mis párrocos creo que es la primera vez tras cuatro años que empiezo a escucharle. Es tras largas sesiones de tertulia cuando empiezo a sentir una gran felicidad por tener esa sensación de “volver al rebaño”.

En este período de reconversión es cierto que me tuve que enfrentar a muchos baches, había días que me levantaba y sentía la tentación del demonio de desandar lo andado, pero al final con oración y dirección espiritual, comencé a tener una relación cercana con Dios y su Iglesia.

Podría decir, que ahora sí, la semilla estaba cayendo en tierra buena.

Con esta relación cercana, al igual que en mi niñez, me volvió a surgir la duda del sacerdocio, hasta el punto de acudir por primera vez al seminario en noviembre de 2022 con veintiún años.

Los meses que van desde que hice esa primera visita hasta que me decidí a entrar en el seminario, fueron meses caracterizados por una sensación de vértigo, esperanza e incertidumbre, una profunda lucha interior entre mi negativa a aceptar lo que quería Dios para mí y saber que la verdadera felicidad está en decirle “Sí” como María. En saber, que hay una persona que sabe mejor que nosotros que nos hace realmente feliz, y ese, es Dios. Meses cargados de visitas al sagrario y visitas a la Virgen de Zocueca, pidiéndole que intercediera por mí, que me ayudara a aclararme las ideas. Pero finalmente, con acompañamiento y oración decidí embarcarme en la mayor aventura que siento que me ha pedido el Señor, la de dejar casa, hermano, hermana, padre y madre y posibles hijos por su nombre, sabiendo que recibiré el ciento por uno, recordando que “¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?”.

Me gustaría agradecer (pues mi decisión no se entiende sin esto) ahora a mis párrocos, don Manuel y don Manuel Ángel, su entrega, testimonio y acompañamiento, también al resto de párrocos que me han acompañado, don Eugenio y don Juan Ignacio, así como a mis formadores del Seminario Diocesano y a mi obispo. A mi parroquia de El Salvador, a su gente, en ellos he podido experimentar el amor y cariño de Dios, han sido y son aliento cálido siempre en momentos de dificultad. Y sobre todo a mi familia, pilares fundamentales en donde experimento el abrazo de María a su hijo y la protección de José, así como el amor de unos hermanos, que, como los discípulos, ejemplifican la fraternidad.

Y, por último, si hay alguno ahora mismo que leyéndome se está planteando el sacerdocio, no te lo pienses, di que SÍ. El Señor te está llamando a lo más grande, eres puente de unión entre Dios y la gente. Piensa por un momento en todo lo feliz que te hace Dios, pues esa felicidad la vais a llevar a las personas. Yo he visto en la JMJ como los jóvenes buscaban a sacerdotes libres en la confesión, para confesarse porque lo necesitaban, para sentirse libres y felices, he visto como las abuelas paran a los sacerdotes para que recen por x o y, o como familias cuando tienen enfermos solamente se quedan tranquilas cuando el cura los visita. He visto que la gente quiere saber de Dios y necesita saber de Él, y Dios te está pidiendo que hagas esto. Se protagonista de tu vida, atrévete a vivir por y con Él, déjate moldear por Él y di que SÍ a construir el Reino del Amor que es Dios.

Respondamos todos como María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.

 

Los sacerdotes y laicos de estas tres comunidades cristianas de Bailén, nos sentimos profundamente felices y agradecidos porque el Señor ha puesto su mirada amorosa en estos dos jóvenes, para que sirvan a la Iglesia a través del ministerio sacerdotal. A la vez, asumimos un compromiso doble: rezar por nuestros dos amigos y por todos los seminaristas de nuestro Seminario y «pedir insistentemente al dueño de la mies, que envíe trabajadores a su mies» (Lc 10,2). Es importantísimo crear en nuestras comunidades una «cultura vocacional», en la que podamos ayudar a cada niño, joven y adulto a responder con valentía y generosidad a la voluntad que el Señor tiene para cada uno de nosotros.

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