Emaús. Domingo 2º de Pascua (C)

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.

Escucha la Palabra

Primera lectura (Hechos de los Apóstoles 5,12-16)

Las primeras comunidades cristianas no solo hacían curaciones y signos, sino que ellas mismas se convirtieron en un signo de gracia y de amor. Lo más importante era la nueva vida de estos grupos de creyentes, alentados por el Espíritu. Una vida que se manifestaba en oración de alabanza, en unión fraterna, en servicio a enfermos y pobres.

POR mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados.

Salmo responsorial (Salmo 117)

DAD GRACIAS AL SEÑOR PORQUE ES BUENO,
PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina.

Segunda lectura (Apocalipsis 1,9-19)

El Apocalipsis es un libro muy recargado, para nuestro gusto, pero que ofrece un mensaje de victoria y esperanza. Al final será la victoria de nuestro Dios sobre el llanto, la muerte, el infierno; la victoria de la Iglesia sobre sus perseguidores. Hoy nos repite: «No temas. Soy el que vive y el que hace vivir».

YO, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta que decía:  «Lo que estás viendo, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias».
Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro. Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome:  «No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto.

Evangelio (Juan 20,19-31)

La experiencia de Jesús resucitado transforma a los discípulos. Pasan del miedo y la tristeza a la seguridad y la alegría. Pasan del vacío a la llenura del Espíritu. Estas transformaciones son el mejor argumento de la Resurrección. Cuando Jesús exhala su aliento sobre los discípulos, la Pascua se convierte en Pentecostés.

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:  «Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:  «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás: «Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Vive la Palabra

Ver a Cristo

Dichosos los que vieron a Cristo resucitado, podemos decir. De estas experiencias pascuales arranca nuestra fe. Estas experiencias tienen que ver más con el corazón que con la visión, aunque algunas, como la de Tomás, se expliquen en imágenes corporales. Por eso, dichosos los que crean sin haber visto. Es un ver sin ver.
¿Dónde podemos ver a Cristo? Sabemos que él se hace presente de muchas maneras, pero siempre que haya un deseo, una búsqueda, un dolor.
Siempre que hay un amor victorioso, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay un perdón generoso, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay un servicio entregado, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una oración en el Espíritu, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una comunidad verdadera, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay un sufrimiento aceptado, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una superación creadora, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay un hermano preocupándose de otro, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay alguien capaz de sembrar esperanza, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una alegría que se comparte, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay un miedo que se disipa, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una ilusión que se alimenta, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una tristeza que se supera, allí está Cristo resucitado.
Siempre que hay una palabra de aliento, allí está Cristo resucitado.
En cada experiencia de Cristo resucitado creemos sin haber visto.

Ora con la comunidad

Dios de misericordia infinita,
que reanimas la fe de tu pueblo
con el retorno anual de las fiestas pascuales;
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia,
para que comprendamos mejor la inestimable riqueza
del bautismo que nos ha purificado,
del Espíritu que nos ha hecho renacer
y de la sangre que nos ha redimido.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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