De cara al Jubileo. Asamblea 4

Aqui tienes el guión de la asamblea, por si estás en tu casa y no puedes participar en la reunión de ningún grupo. Queremos que te sientas cerca de nosotros, aunque no lo esté físicamente. La misericordia del Señor traspasa paredes y acorta distancias.

Nos disponemos

Estamos en el mes de mayo. En muchos sitios la gentes se reúne durante todo este mes para rezarle a la Virgen. Nosotros vamos a hacer nuestra asamblea con un texto evangélico en el que ella aparece como testigo de la misericordia de Dios. En esta escena que Lucas nos ha dibujado tan brillantemente se nos muestra que la misericordia de Dios ha llenado la vida de las dos madres (María e Isabel) y alegra desde el vientre a los dos hijos (Jesús y Juan Bautista).
Nos preparamos diciendo juntos la oración tradicional:

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea,
en tan graciosa belleza.
A ti celestial princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día,
alma vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.

Proclamamos la Palabra: Lucas 1,39-56

39 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
46 María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
47 se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
48 porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
49 porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
50 y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
51 Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
52 derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
53 a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
54 Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55 —como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
56 María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa.

Leemos atentamente: ¿Qué dice el texto?

Tras un momento de silencio releemos atentamente el texto. Las pautas y las preguntas nos pueden ayudar a hacerlo.

En los evangelios de la infancia

Para situar este pasaje en su contexto, recordemos que forma parte de los llamados «evangelios de la infancia», donde se relatan los primeros episodios de la vida de Jesús (Lc 1,5-2,52). El género literario de estos capítulos es más catequético que biográfico e incluye narraciones en las que la luz de la fe pascual se proyecta sobre la figura de Jesús niño. De este modo, el misterio que encierra su persona es presentado, ya desde su concepción, a tenor de lo que la comunidad cristiana creía de él gracias a la resurrección. El relato de la «visitación», que hoy hemos leído, nos dará ocasión de comprobarlo.

¿Dónde se desarrolla esta escena? ¿Qué personajes aparecen en el relato? ¿Quiénes son sus protagonistas?

Dos mujeres agraciadas

Poco después de recibir la noticia de su maternidad, María decide visitar a su pariente Isabel, de cuyo embarazo se ha enterado por medio del ángel Gabriel. Se trata de un embarazo extraordinario, puesto que Isabel es anciana y estéril. No en vano ha sido presentado a María como «señal» del poder divino y garantía de que también ella será madre a pesar de su virginidad (Lc 1,36-37).
La escena sucede en un lugar indeterminado de la montaña de Judea, que la tradición cristiana ha identificado después con Ain Karim, una aldea situada a seis kilómetros al oeste de Jerusalén.

¿Qué razones tiene María para ir a ver a Isabel? ¿Con qué actitud realiza el viaje?

Más que un acto de solidaridad familiar

Observad que Lucas no explica los motivos de este viaje. En principio cabría entenderlo como un acto de solidaridad familiar: María quiere ayudar a su prima que está encinta. Pero si nos quedamos ahí, no captaremos el valor simbólico de este acontecimiento, cuyo significado se descubre si nos fijamos en ciertos detalles. Por ejemplo, en el hecho de que María vaya «deprisa» a la montaña de Judá. Esta prontitud se parece a la de los pastores de Belén, que reaccionan de un modo parecido al enterarse del nacimiento de Jesús (Lc 2,12.15-16). Como ellos, también María ha recibido una «señal» que revela una intervención de Dios. La rapidez de su respuesta demuestra que está totalmente dispuesta a colaborar con sus planes. La que ha sido «visitada» por el Señor se apresura a transmitir la buena noticia que ha recibido. Observemos ahora las reacciones que provoca su visita a Isabel.

¿Qué efecto causa en Isabel el saludo de María? ¿Qué dice de ella cuando la recibe en su casa? ¿Y qué dice del niño que lleva en su seno?

El encuentro de las dos mujeres…

El relato se mueve a un doble nivel. En un primer plano asistimos al encuentro entre las dos futuras madres. Sabiendo que para Lucas la alegría es el sentimiento que embarga a los que experimentan la salvación, la reacción que provoca el saludo de María nos indica que no es ésta una visita de cortesía, sino la visita del mismo Dios encarnado en Jesús. Así lo confirman las palabras proféticas de Isabel, que, inspirada por el Espíritu, ve más allá de las apariencias y reconoce que la criatura que María lleva en su vientre es «el Señor». Si la bendice y la felicita no es porque ha venido a servirle a ella, sino porque ella se ha puesto al servicio de Dios (Lc 1,38). Por una maternidad que es fruto de su fe. Por una fe que permite que los planes del Todopoderoso puedan cumplirse. Pero vayamos un poco más a fondo.

¿Cómo reacciona el niño Juan ante la visita de María? ¿Se dice algo de su relación con Jesús? 

…y de los dos hijos

Un segundo plano, esta vez oculto, esconde el encuentro misterioso entre dos niños nonatos que son los verdaderos protagonistas de esta escena. De hecho, uno de los recursos literarios que Lucas utiliza para presentar la singularidad de Jesús en los evangelios de la infancia es el de compararlo con Juan Bautista, narrando en paralelo diversas escenas de la niñez de ambos. Recordemos que el episodio de la visitación está situado tras las dos anunciaciones de sus nacimientos (Lc 1,5-38) y viene a corroborar lo que allí se dice sobre la identidad y la misión de cada uno. Los saltos de alegría del pequeño Juan suponen un reconocimiento prenatal de la condición mesiánica de Jesús y de su papel subordinado frente a él.
En este relato las madres anticipan la misión de sus respectivos hijos y la  relación que ambos mantendrán durante su vida pública: María como portadora de la Buena Noticia de la salvación; Isabel proclamando la alegría por la llegada del Mesías y reconociéndose indigna de que «la madre de su Señor» venga a visitarla.

Un canto a la misericordia divina

Después que Isabel, llena de alegría, ha dicho sus palabras de bienvenida a María, a esta se le suelta la lengua y entona un canto de alegría inmensa centrado en la misericordia de Dios.

¿Cuántas veces aparece la palabra «misericordia» en el cántico de María? ¿A quiénes ha manifestado o manifiesta Dios su misericordia, según el cántico?

Dios manifiesta su misericordia a los humildes

Si nos fijamos bien nos damos cuenta de que el cántico podríamos dividirlo en tres partes. En la primera se habla de la relación de Dios con María; en la segunda, de la relación de Dios con los pobres; en la tercera, de la relación de Dios con su pueblo. Pero María, los pobres y el pueblo tienen algo en común, que los hace merecedores de la misericordia divina: la humildad. En efecto, se habla de María como la «humilde sierva» (1,48); después se habla de los fieles a los que llega su misericordia, identificándolos como «humildes» y «hambrientos» (1,51-53); y, finalmente, se habla de Israel como «siervo» del Señor (1,54).

Meditamos: ¿Qué me dice a mí (a nosotros) el texto?

El evangelio de hoy nos ha presentado a María como modelo para los creyentes, como portadora de buenas noticias, como mensajera de alegría y como humilde sierva que sabe reconocer cómo la misericordia de Dios se ha derramado en su vida y se derrama en la vida de los pobres y del pueblo creyente, dispuesto a ponerse al servicio del Señor.

Isabel felicita a María porque «ha creído»: Y tú, ¿te sientes feliz de ser creyente? «La criatura saltó de alegría» en el vientre de Isabel. ¿En qué momentos de tu vida has experimentado la alegría de sentirte visitado por el Señor? «María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña». ¿Qué nos enseña esa disponibilidad suya a la hora de revisar nuestro compromiso cristiano? «Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». ¿Vives con la seguridad de que Dios cumple sus promesas? ¿Cuándo te ha costado más fiarte de él y mantener la esperanza? La condición necesaria para experimentar la misericordia de Dios es la humildad y la disposición a servir. Revisemos nuestra vida: ¿somos humildes? ¿estamos dispuestos a servir a los otros y a Dios?

Oramos: ¿Qué le decimos a Dios inspirados por este texto?

María la creyente ora con nosotros. Junto a ella nos sentimos visitados por el Señor. Y le pedimos al Padre que nos ayude a descubrir su misericordia insondable que llega a sus fieles «de generación en generación».
Luego proclamamos juntos el cántico de María:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

Dejamos un momento de silencio y cada uno de los presentes repite en voz alta la frase del cántico que más le gusta o que más le ha llegado.

Nos comprometemos: ¿Qué me pide (nos pide) Dios que haga (hagamos)?

Buscamos un compromiso de grupo para realizar durante esta semana. Una acción que sea concreta y que en la próxima reunión podamos evaluar si hemos cumplido o no. Algo que tenga que ver con el servicio hacia los otros o con crecer en la actitud de humildad.

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