Emaús. Ascensión del Señor (C)

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.

Escucha la Palabra

Primera lectura (Hechos de los Apóstoles 1,1-11)

Jesús se despide definitivamente de los suyos en el marco de una convivencia, una comida, una eucaristía. Hay un diálogo abierto. Los discípulos presienten que están en los momentos finales de sus encuentros con Jesús, y algunos siguen soñando con una acción mesiánica gloriosa y política.
Las últimas recomendaciones de Jesús son una promesa, la del Espíritu, y un compromiso, el de dar testimonio de Jesús hasta los confines del mundo.

EN mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les dijo: «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”».
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

Salmo responsorial (Salmo 46)

DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES;
EL SEÑOR, AL SON DE TROMPETAS.

Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Segunda lectura (Efesios 1,17-23)

La Ascensión de Jesús repercute también en nosotros. Jesús es la punta de la flecha ascendente, nosotros seguiremos. Ésa es nuestra esperanza, la riqueza de la gloria que da en herencia a los santos. No nos resulta fácil comprender esta extraordinaria grandeza a la que estamos destinados, por eso hemos de pedir que Dios ilumine nuestros ojos.

EL Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro.
Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.

Evangelio (Lucas 24,46-53)

La ascensión de Jesús, narrada en el evangelio de Lucas, está precedida de enseñanzas y promesas: «Así estaba escrito»; «Os enviaré la promesa del Padre». La Ascensión está acompañada también de bendiciones. «Levantando la manos, los bendijo». A pesar de la ausencia, «se volvieron a Jerusalén con gran alegría». Jesús les entrega el testigo, reciben la misión de ser testigos.

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Vive la Palabra

Resurrección y ascensión

La resurrección, leída desde la ascensión, traía una gran lección: enseñaba a los discípulos que la presencia física del Maestro debía desaparecer, para dar paso a una presencia espiritual e interior. Tan pronto los discípulos entendieron esto —porque lo experimentaron— su debilidad se convirtió en fortaleza, su tristeza en alegría y su temor en testimonio. Esto es lo que nos dice el evangelio de Lucas.
Y si la resurrección la leemos desde la aparición de los ángeles de la ascensión que corrigen a los apóstoles que miran alelados al cielo, entenderemos el deseo de Cristo resucitado de que su Iglesia mire hacia la tierra, donde queda su gran Misión: anunciar la Buena Noticia a tantos seres humanos que sufren en el cuerpo y en el espíritu, y arrebatar a los poderes de este mundo tanta vida consumida por su ambición y tanta sangre derramada por su violencia. Hacia la tierra es donde hay que mirar, porque aquí es donde están los intereses de Dios, sus hijos, y la tarea de su liberación. Esto es lo que nos dice el relato de los Hechos de los Apóstoles.

Ora con la comunidad

Concédenos, Padre,
llenarnos de gozo y darte gracias
en esta celebración de alabanza,
porque la ascensión de Jesucristo
es ya nuestra victoria,
y donde nos ha precedido él,
que es nuestra cabeza,
esperamos llegar también nosotros
como miembros de su cuerpo.
Él vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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