Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.
Escucha la Palabra
Primera lectura (2 Macabeos 7,1-2.9-14)
Una de las historias ejemplares de los libros de los Macabeos, para animar a los creyentes en tiempo de persecución. Hasta unos niños —parece decir el autor— han sido capaces de defender la fe, hasta con su propia vida: ¿cómo no vas a poder hacerlo tú? Es la primera vez que se afirma en el Antiguo Testamento de forma tan rotunda la resurrección de los muertos.
El segundo, estando a punto de morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el Rey del universo nos resucitará para una vida eterna».
Después se burlaron del tercero. Cuando le pidieron que sacara la lengua, lo hizo enseguida y presentó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «Del Cielo las recibí y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios».
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba a punto de morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la esperanza de que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida»
Salmo responsorial (Salmo 16)
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.
Segunda lectura (2 Tesalonicenses 2,16-3,5)
De fidelidad, de esperanza y de consuelo habla Pablo hoy a los cristianos de Tesalónica. Sólo así es posible el avance del Evangelio en el mundo.
Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas. Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada, como lo fue entre vosotros, y para que nos veamos libres de la gente perversa y malvada, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
En cuanto a vosotros, estamos seguros en el Señor de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos mandado.
Que el Señor dirija vuestros corazones hacia el amor de Dios y la paciencia en Cristo.
Evangelio (Lucas 20,27-38)
El poder de Dios, que llama a los hombres de la muerte a la vida, transforma y asume la totalidad del ser humano. Él asegura la continuidad entre esta vida terrena que tenemos y la futura resurrección.
Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Vive la Palabra
Dios de vivos
La pregunta capciosa que le hacen a Jesús, trataba de poner en ridículo la doctrina de la resurrección y del más allá, en la que los afiliados al partido saduceo no creían. Este partido estaba formado por sumos sacerdotes y senadores, la aristocracia religiosa y seglar de la época, conocidos por su riqueza. Por ser ricos admitían como Palabra de Dios sólo los cinco primeros libros de la Biblia, considerando sospechosos los escritos de los profetas que atacaban sin piedad a los ricos y propugnaban una mayor justicia social. Los saduceos pensaban que Dios premia a los buenos y castiga a los malos en este mundo; en consecuencia se consideraban buenos y justos, pues gozaban de riqueza y poder, signos claros del favor divino. Negaban la resurrección y el más allá, pues aceptar la posibilidad de un juicio de Dios tras la muerte, suponía para ellos perder la seguridad de una vida basada en el poder y en el dinero.
En contra de los saduceos, Jesús afirma la existencia de otra vida, tras la muerte. Una vida que no es la simple continuación esta.
En la actualidad, muchos que ya lo tienen todo en este mundo, como los saduceos, se incomodan también con la aventura de un más allá inquietante y desestabilizador. Tal vez por esto lo nieguen o viven como si no existiera. Dios es Vida y fuente de Vida que nos conduce a la plenitud liberadora. Quien no se apasiona por la vida, defendiéndola y construyéndola, no cree en nuestro Dios de vivos por quien todos vivimos. Lo que hacemos en esta vida es definitivo, es para siempre. Los creyentes de hoy gozaremos de credibilidad en la medida que, siguiendo a Jesús, seamos amigos de la vida y apostamos por ella, creando nuevas formas que ayuden a nuestros hermanos a tener una vida digna, libre de todo tipo de esclavitudes e injusticias.
Ora con la comunidad
Padre de misericordia,
que todos tus hijos,
que creemos y esperamos en la vida eterna,
trabajemos para que todos puedan gozar aquí en esta tierra
de un adelanto de la alegría del cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.