Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.
Escucha la Palabra
Primera lectura (Isaías 49,14-15)
A veces nos quejamos de que Dios no nos escucha, como si se hubiera olvidado de nosotros. Esta queja era frecuente y doliente en el pueblo judío, cuando estaba en el destierro. Pues aunque estemos en el destierro o en la soledad o en la enfermedad… Dios no sólo no se olvida, sino que nos tiene presente y se siente más cercano. Porque Él es madre, y las madres no se olvidan de sus criaturas, y menos cuando lloran.
Salmo responsorial (Salmo 61)
Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.
De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón.
Segunda lectura (1Corintios 4,1-5)
¿A quién tiene que rendir cuentas un apóstol? ¿Cuáles han de ser las cuentas de un cristiano? El que pastorea y evangeliza no trabaja pensando en los superiores, para que valoren sus méritos, ni en la comunidad, para que lo reconozcan y aprecien, ni siquiera en su conciencia, que puede ser engañosa; piensa solamente en el Señor que lo ha llamado y lo llama cada día y lo capacita para el ministerio.
Evangelio (Mateo 6,24-34)
Dios es Padre providente. Pero la Providencia no hace bajar del cielo los alimentos y las medicinas, ni manda cuervos, como a Elías, o ángeles para que nos traigan los mejores modelos del vestuario. La Providencia se vale de los medios humanos. En toda circunstancia, aunque sean oscuras, hemos de confiar. Lo cual no quita que tengamos que luchar y trabajar. Lo que Dios no quiere es que vivamos «agobiados» y estresados.
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gante de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».
Vive la Palabra
Dios maternal
Hay expresiones e imágenes que se nos graban fuertemente. A Dios siempre lo hemos pintado como Padre. La dimensión femenina de Dios, tan real e importante como la masculina, ha quedado minimizada por los siglos. Por eso hoy nos interpela gozosamente el que se diga que Dios tiene sentimientos maternales. Entonces:
- Si Dios es como la mejor de las madres, no se puede olvidar de ti, porque una madre no se olvida de su niño de pecho.
- Si Dios es como una madre, se compadecerá de ti, porque una madre siempre se conmueve por el hijo de sus entrañas.
- Si Dios es como una madre, te arropará con sus besos y ternuras, porque una madre así acuesta a su criatura.
- Si Dios es una madre, velará tu sueño, sobre todo cuando estés delicado o preocupado, porque la madre así lo hace con su niño.
- Si Dios es como una madre, te escuchará siempre, aunque le cuentes cosas tontas, porque a las madres les encantan las cosas de sus hijitos.
- Si Dios es como una madre, nada tienes que temer, porque las madres no castigan. Prefieren castigarse ellas antes de que sufra el hijo.
El contexto de esta palabra profetiza la situación angustiosa del pueblo hebreo en la época del destierro. Ahora el oráculo de Dios les anuncia un retorno glorioso: «Yo te escucharé. Yo te asistiré. Yo te formé. Yo diré a los presos: salid. No tendrán hambre ni sed, ni les dará el bochorno ni el sol. A manantiales de agua los guiaré. ¡Aclamad, cielos y exulta, tierra! El Señor ha consolado a su pueblo y de sus pobres se ha compadecido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada» (ver Is 49, 8-16) Ahora podemos aplicarnos nosotros estas mismas palabras, bien individualmente, bien comunitariamente. Hazte eco de ellas. Escoge alguna especialmente para ti.
Ora con la comunidad
Padre santo, que manifiesta tu providencia sobre todas tus criaturas,
sosténnos con la fuerza de tu Espíritu,
para que, en medio de las fatigas de cada día,
trabajemos con plena confianza
por la libertad y justicia de tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.