Asambleas cristianas en Cuaresma (1)

Aquí tienes el guión de la asamblea, por si estás en tu casa y no puedes participar en la reunión de ningún grupo. Queremos que te sientas cerca de nosotros, aunque no lo estés físicamente. La misericordia del Señor traspasa paredes y acorta distancias.

Las tentaciones. No solo de pan vive el hombre

Nos disponemos

Al inicio de este encuentro de oración invocamos al Espíritu Santo para que abra nuestro corazón a la Palabra. Rezamos juntos:

Ven, Espíritu Santo,
abre nuestros corazones al silencio,
para que escuchamos la Palabra que nos da vida
y estemos siempre dispuestos a hacer la voluntad del Padre,
como Jesucristo, el Hijo amado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Proclamamos la Palabra: Mateo 4,1-11

1 Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. 2 Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3 El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
4 Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
5 Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo 6 y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».
7 Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
8 De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, 9 y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
10 Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
11 Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían.

Leemos atentamente: ¿Qué dice el texto?

Tras un momento de silencio releemos atentamente el texto. Las pautas y las preguntas nos pueden ayudar a hacerlo.

Comenzando la cuaresma

Al iniciar la Cuaresma, la Palabra se remonta al comienzo de la Historia de la Salvación. A un mundo creado como bueno donde el ser humano fue puesto para ser feliz. Pero el Génesis nos recuerda la desobediencia de Adán y Eva, que sucumbieron a la tentación de querer ser como Dios y se incapacitaron para llevar a cabo ese proyecto. Las consecuencias de aquel primer pecado hubieran hipotecado definitivamente la historia, condenada a confundir para siempre el bien y el mal, pero Cristo ha roto aquella dinámica fatal. Es lo que Mateo nos recuerdan: que Jesús vence la vieja tentación que amenazaba desde el principio a la humanidad. Que su obediencia de Hijo, puesto siempre a la escucha de la voz del Padre, nos hace descubrir que es imposible reencontrar el camino de la salvación al margen de la voluntad de Dios. Y nos llama a nosotros, sus discípulos, a estar atentos a la Palabra y a la voluntad de Dios.

¿Quién es Jesús?

En la primera parte del evangelio, Mateo quiere mostrar a sus lectores quién es Jesús (Mt 1,1-4,16). De este modo los prepara para comprender sus enseñanzas y solidarizarse con su destino. Hacia el final de esta sección, Jesús es proclamado solemnemente Hijo de Dios durante su bautismo (Mt 3,17). El episodio de las tentaciones, situado a continuación, sirve de contraste a dicha proclamación y ayuda a captar en qué sentido debe ser interpretado este título de Hijo de Dios y qué tipo de Mesías es Jesús.

¿Dónde tienen lugar las tentaciones? ¿Quién conduce a Jesús hasta allí?

Conducido al desierto

Jesús es conducido al desierto, que en la Biblia suele aparecer como el lugar de la prueba, habitado por demonios y alimañas. Pero no es Satanás, sino el Espíritu que ha descendido sobre él en el bautismo, quien lo lleva hasta allí. No se trata, pues, de una encerrona, sino de algo que responde misteriosamente al plan de Dios. Es evidente que nos encontramos ante un relato cargado de simbolismo. Fijándonos en los demás elementos con los que Mateo construye la escena (cuarenta días, ayuno y hambre, poner a prueba…), comprenderemos aún mejor su sentido. Si leemos Dt 8,2-5 entenderemos mejor a que acontecimiento del Antiguo Testamento está aludiendo el evangelista, para que podamos hacer una comparación entre lo que ocurre con Jesús y lo que ocurrió con el pueblo de la Antigua Alianza.

Empecemos analizando las intervenciones del Tentador: ¿Con qué palabras comienzan las dos primeras tentaciones? ¿Qué pretende con ello Satanás?

Cómo tiene que comportarse el verdadero Hijo de Dios

La expresión con la que el diablo inicia sus acometidas es «si eres Hijo de Dios…». Esto indica claramente que su intención es la de desviar a Jesús de una determinada manera de entender y vivir su condición de Hijo de Dios. Para ello le propone aprovecharse de su condición, enfocarla como privilegio, ejerciendo el poder en beneficio propio. De ese modo podrá tener lo que necesita —convirtiendo las piedras en panes (v. 3)—, alcanzar la fama —realizando milagros espectaculares (v. 6)— y ejercer el dominio absoluto sobre el mundo, aunque para ello deba someterse a la lógica del mal (v. 9). En el fondo se trata de una misma tentación expresada bajo tres aspectos diversos. Las tentaciones están, además, revestidas falsamente como si fueran la voluntad del Padre, porque el Diablo se apoya incluso en un fragmento de la Sagrada Escritura. Pero Jesús no cae en la trampa que se le tiende.

¿Con qué palabras rechaza Jesús cada una de las tentaciones? Si consultas las notas de tu Biblia, descubrirás lo qué tienen en común todas sus respuestas.

El Hijo solo se deja guiar por la Palabra

Es sintomático que Jesús venza las tentaciones citando la Escritura (Dt 8,3; 6,16; 6,13). Lo hace porque no está dispuesto a plegarse a la voluntad del diablo, sino sólo a la voluntad de Dios expresada en su Palabra. Ser hijo no será para él una plataforma desde donde ejercer el poder económico (panes), religioso (templo) o político (los reinos del mundo), sino una oportunidad de vivir en actitud de obediencia al Padre. Ninguna necesidad le es tan perentoria como la de hacer lo que Dios quiere (v. 4). Por eso, no utilizará su relación privilegiada con él para obtener ventajas personales (v. 7). Dios es el único Señor (v. 10), y ese convencimiento guiará toda su vida.
Si leemos Mt 16,1-4; 16,21-23; 26,51-54 podremos comprobar que Jesús actuará siempre en total coherencia con las opciones que se reflejan en su rechazo a las tentaciones. Nos paramos un momento y leemos estos tres textos.

Mi alimento es hacer la voluntad del Padre

Jesús se niega a ser ese Mesías que muchos esperaban. Sus credenciales como Hijo de Dios serán la escucha de la voz de Dios, la fidelidad y la obediencia. No realizará milagros para hacerse propaganda, sino para expresar la compasión de Dios hacia los necesitados. La lógica de su vida estará guiada por el servicio y no por la idolatría del poder. De este modo desbarata las propuestas del Adversario, que no tiene más remedio que huir. Su retirada transforma radicalmente el escenario y convierte el desierto en un lugar donde Jesús experimenta la presencia y el auxilio de Dios. Por eso los ángeles se acercan para servirle, ofreciéndole aquel alimento que viene del Padre y que puede saciar de verdad su hambre («mi alimento es hacer la voluntad del Padre»: Jn 4,34).

Meditamos: ¿Qué me dice a mí (a nosotros) el texto?

Los cuarenta días de ayuno que Jesús pasó en el desierto inspiraron la duración de la Cuaresma cristiana. Pero lo que se nos pide en ella no es tanto privarnos del alimento como renovar nuestra vocación de hijos de Dios, esa que también nosotros recibimos en el bautismo y se ve amenazada, como la de Jesús, por numerosas tentaciones y fuerzas que tratan de anular el dinamismo del Reino. Se nos llama a alimentarnos de la Palabra de Dios, porque «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

«Si eres hijo de Dios…»: ¿Cómo entiende Jesús su condición de Hijo de Dios? ¿Qué te enseña este pasaje sobre la persona de Jesús y sobre su relación con el Padre?? Jesús se identificó con sus hermanos los hombres, acercándose primero a la fila de los pecadores que pedían perdón en el Jordán ante el Bautista, y luego, como hemos visto hoy, hasta el punto de ser «puesto a prueba»: ¿Qué te dice a ti esa inmensa solidaridad de Jesús con los hombres? ¿Qué tentaciones amenazan tu coherencia de vida cuando tratas de vivir como hijo de Dios en la línea en que lo hizo Jesús? ¿Se parecen a las tentaciones que Jesús venció en el desierto? ¿Qué puedes aprender de la actitud de Jesús ante las tentaciones? ¿Qué papel tiene en tu vida la Palabra de Dios? ¿Es tu alimento cotidiano la Sagrada Escritura que te muestra la voluntad del Padre?

Oramos: ¿Qué le decimos a Dios inspirados por este texto?

La Cuaresma es un tiempo propicio para renovar nuestra vocación bautismal. Colocando en el centro del grupo la Biblia que hemos estado usando en la reunión, hacemos nuestra oración. Podemos comentar cada un de los participante cuál es la frase el evangelio proclamado que más le ha llegado. Terminamos recitando juntos estos versos del salmo 118.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero; lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos;
mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu ley;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus mandatos.
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus decretos,
siempre y cabalmente.
Tú eres mi refugio y mi escudo,
yo espero en tu palabra.
Sosténme con tu promesa, y viviré,
que no quede frustrada mi esperanza;
dame apoyo, y estaré a salvo,
me fijaré en tus decretos sin cesar.

Nos comprometemos: ¿Qué me pide (nos pide) Dios que haga (hagamos)?

El domingo hicimos, con toda la comunidad parroquial en la misa, el rito del compromiso con la Palabra de Dios. Recordamos este compromiso de hacer de la Sagrada Escritura el centro de nuestra vida, de nuestra oración y de nuestra espiritualidad. Que no se nos olvide leer cada día el evangelio correspondiente a la misa, aunque no asistamos a la misma. Si podemos leerlo en pareja o en familia, hagámoslo.

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