Quinta semana de Cuaresma

Con este último domingo de Cuaresma nos hemos metido en la última semana antes de los ocho días de oro de nuestra fe. Estamos en la semana de pasión. Estamos al final de nuestro camino, estamos llegando.
Aún así, Jesús nos sigue enseñando nuevos lugares de nosotros mismos. Es lo que tiene caminar cogidos de la mano del Maestro, descubrimos aquello que solos no somos capaces de ver.
Vamos a escuchar el encuentro, la conversación de Jesús con una pecadora. También la reacción de aquellos que querían condenar y apedrear a la mujer…
Jesús hace una llamada a que cada uno examine su conciencia, a que todos vean que la conversión es una necesidad, incluso para los que se creen perfectos, para los que piensan que lo hacen todo bien, para los que condenan y señalan los defectos y los errores de los demás. Todos necesitamos conversión.
Y junto a la autocrítica, también está el perdón. Lo decimos en la oración del Padrenuestro: “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Los cristianos tenemos en el perdón una tarea constante, y una manera de resolver los múltiples conflictos con los que nos encontramos diariamente. Si no nos esforzamos en perdonar no seremos verdaderos seguidores de Jesús.
Con las actitudes de conversión y de perdón nos preparamos mejor para vivir junto a Cristo su pasión, muerte y resurrección. Hagamos misericordia, modelando nuestro corazón y acercándonos a la debilidad de los demás.

Escucha la Palabra

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:  «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó: «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
(Juan 8,1-11)

Busca en tu interior

El que esté libre de pecado…
Aprovecha este momento para hacer examen de conciencia. Quizá ya te has acercado al sacramento de la Reconciliación, ya hayas confesado tus pecados y te encuentres en paz con Dios. Sin embargo siempre estamos necesitados de perdón. Revisa ahora tu interior y reconoce que a pesar de que te lo propones, eres débil y te equivocas. Él te escucha, te acoge, te perdona siempre.

En adelante no peques más
Frente a la moral de las normas, de las piedras pesadas que están esperando la mano que las tome y las lance contra nosotros, Jesús hace otra propuesta. Es mejor la moral de personas que, con ternura, como Jesús, nos acepta y nos anima a seguir adelante desde el afecto y el cariño de Dios hacia Todos, también hacia los malos. Eso es la misericordia. Alégrate por tanto, porque Dios te acepta tal como eres. Dale gracias por esto.

 

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