Para entender la Semana Santa

Si quieres profundizar el sentido de la Semana Santa puedes leer estas reflexiones que te proponemos para cada uno de sus días. Incluso te ofrecemos después un pequeño «examen» —medio en broma, medio en serio— para ver si te has quedado con el cante.

¿Por qué una «Semana Santa»?

Justa la pregunta: si Cristo ha santificado todo, también el tiempo; si cualquier día del año y cualquier minuto del día es ocasión propicia para encontrarnos con Dios, ¿para qué necesitamos una semana «santa»?

Cuando queremos a una persona, la queremos todos los días del año, todos los momentos del día (aunque algunos ratos el cariño sale del corazón más que otros); y sin embargo, para dos personas que se aman hay siempre momentos especiales en los que se manifiesta de una manera mucho más radical, más emotiva y —¿por qué no decirlo?— más simbólica (a través de signos) el amor que se profesan. Tales ocasiones pueden ser múltiples: un cumpleaños, el día que se celebra el aniversario de que dos novios se conocieron o de que dos esposos se casaron, el recuerdo anual de la profesión de votos de una religiosa o de la ordenación de un presbítero, el aniversario de la muerte de un familiar querido… En esos días es como si nuestro sentimiento se concentrara en nuestro corazón, en nuestros labios, en nuestras acciones y nos sentimos capaces de expresarles sentimientos que sentimos siempre, todo el año, pero que no siempre expresamos.

Igual nos pasa con Dios. Lo amamos y nos ama. Siempre, día tras día, semana tras semana. Su amor es mucho más constante que el nuestro, pero también nosotros, los cristianos, aunque a veces le fallemos, queremos tener intimidad con él, hacer lo que le agrada, dejarnos alimentar por su Palabra y guiar por su Espíritu. En un momento histórico concreto Dios nos dijo de manera definitiva cuánto nos ama. Cristo fue su Palabra, la mejor palabra que encontró para decirnos: «os amo, estoy loco de amor por vosotros». Cristo lo hizo bien: en esos pocos años de su existencia, y de manera muy especial cuando sus días se acababan, comunicó a los hombres todo (¡todo!) lo que Dios quería decirnos, y entregándose él mismo nos dijo que Dios era ya todo entero (¡todo entero!) para nosotros.

Saber esto basta para vivir llenos de gozo toda la vida; y sentirnos amados por Dios nos hace sacar fuerza de donde no la hay para luchar siempre y constantemente contra la pobreza y la injusticia; y creer en Cristo, Hermano Mayor de la familia, es razón suficiente para no decaer nunca y para no perder el ánimo cuando las cosas, las personas, la iglesia… no son cómo deberían de ser. Pero algunos días no estamos gozosos; algunas veces somos egoístas e injustos y legalizamos la injusticia; en algunas ocasiones perdemos la esperanza. Sí, necesitamos que haya algunos días a lo largo del año que nos sirvan como nos sirve el cumpleaños del amigo, o como el día del aniversario de boda o como el aniversario de la muerte del papá. Y entre esos días —hay muchos a lo largo de los 365 del año— la ocasión más importante es la Semana Santa. También todas las otras semanas del año son santas, pero en ésta Dios habla de una manera mucho más clara, mucho más evidente, y mucho más simbólica —¿por qué no decirlo?— a cada comunidad cristiana que se reúne en su nombre. Porque la cuestión no es que nosotros le digamos al Señor en Semana Santa: «¡cuánto te queremos!» (podemos hacerlo, pero eso no es lo más importante; en todo caso sólo podríamos decirle: «¡cuánto queremos quererte!»). La semana santa no es tanto para que le hablemos a Dios como para que él nos hable y nos diga: «¡Cuánto os amo! ¡No os lo podéis imaginar!». Y lo mismo que en el cumpleaños le encendemos las velitas al homenajeado, igual que le damos el beso a la novia, o el regalo a la esposa… igual, Dios vuelve a darnos su «Regalo»: Cristo, su Palabra definitiva que ya hace tiempo entregó a los hombres (bueno, cuando digo que Dios «vuelve a entregarnos» es sólo una manera de hablar, porque el refrán dice que «lo que se da no se quita», y Dios, aquel día desde la cruz, nos dio a Cristo para siempre, y no se guardó derecho a reclamárnoslo nunca).

¡Qué bueno que aunque Dios nos quiere siempre, tengamos una semana «santa» en la que abrimos mejor nuestros oídos para escuchar sus palabras de amor!

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2 comentarios en «Para entender la Semana Santa»

  1. Hay que ver Juan Ignacio, que verdad esta la de estas palabras. Fíjate que ayer mismo, cuando paso Jesus montado en su borriquita, precisamente le dije: Que te puedo decir, Señor… Que te quiero, fue lo único que le dije. Y con eso se lo dije todo, y seguramente el me contesto, lo que pasa es que no podemos oírle. Un abrazo, y feliz Semana Santa.

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