Martes Santo

Relee a solas los textos de la eucaristía de hoy. En la reflexión del Lunes Santo te dábamos algunas pautas. Intenta profundizar en el conocimiento de la figura del «Siervo del Señor» y contempla a Jesús en los últimas horas antes de su pasión y muerte.

La Palabra

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tu eres mi esclavo (Israel), de quien estoy orgulloso».
Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios.
Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel, -tanto me honró el Señor y mi Dios fue mi fuerza-. Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel: te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
(Isaías 49,1-6)

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo,
líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno, tú me sostenías.
Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
(Salmo 70)

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, estaba a la mesa a su derecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces el, apoyándose en el pecho de Jesús, le pregunto Señor: ¿quién es?
Le contestó Jesús: Aquél a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él (Si Dios es glorificado en el, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará).
Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde. Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti. Jesús le contesto: ¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
(Juan 13,21-33.36-38)

La Misa Crismal

Por la mañana se celebra la Misa Crismal en la Catedral. En realidad esta misa está previsto que se celebre el jueves santo por la mañana, pero en nuestra diócesis, para facilitar la asistencia de todos los curas, se traslada todos los años a este día. Esta eucaristía tiene dos aspectos que resultan de gran valor pedagógico para la comunidad cristiana:

a) La consagración del crisma y la bendición de los óleos de los catecúmenos y enfermos. Estos óleos constituyen el signo central de varios sacramentos (bautismo, confirmación, orden, unción de enfermos); en esta eucaristía se subraya por una parte el valor y el contenido del signo de la unción, por otra, la centralidad de la eucaristía con respecto a todos estos sacramentos. De hecho, la celebración de la misa crismal prepara la celebración de la noche sacramental por excelencia que es la de la Vigilia Pascual: el crisma que se consagra en esta misa se usará para los bautismos de la Pascua.

b) La manifestación visible de la unidad de la iglesia particular en torno al obispo: es él el que preside la celebración, rodeado del presbiterio diocesano y de los fieles. Y de esta celebración se llevan a las diversas parroquias de la diócesis los óleos bendecidos, indicando así que la vida sacramental en todas las parroquia, en todos los templos y en todas las comunidades es la misma vida, la única vida que Cristo entrega a su iglesia que es una. Los sacerdotes en esta celebración renuevan las promesas sacerdotales que hicieron el día de su ordenación; y eso es para ellos un acicate que les impulsa a trabajar siempre con el mismo ahínco y con el mismo espíritu de servicio, y para los cristianos que los escuchan, un signo de que sus curas siguen estando dispuestos a seguir entregándose a la comunidad y de que necesitan para ello de la oración y del apoyo de todos los cristianos.

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Revisión

Te pensabas que te ibas a librar hoy del examen. ¡Pues no!: precisamente hoy tienes dos: Uno sobre las lecturas del día y otro sobre la misa crismal. Aquí va el primero: Marca con un equis (X) las casillas correspondientes a tus contestaciones.

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Despliega este acordeón para ver la solución

Aquí tienes el otro examen. No tendrás dificultad para resolverlo si has reflexionado bien sobre el sentido de la misa crismal. Las posturas de todos los personajes de los dibujos son erróneas. Dibuja en el cuadro libre la postura que a ti te parece correcta.

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Despliega este acordeón para ver la solución

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