Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.
Escucha la Palabra
Primera lectura (Isaías 2,1-5)
El profeta Isaías pronuncia el pregón de Adviento y nos acompañará a lo largo de estas semanas. Todos sus registros suenan a evangelio, a buena noticia. Canta a la luz, concentrada en un monte. Canta a los pueblos que quieren caminar a la luz del Señor. Canta a la paz, al triunfo de la no-violencia sobre la guerra. Canta a los días del Salvador.
Salmo responsorial (Salmo 121)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Segunda lectura (Romanos 13,11-14a)
La salvación está más cerca, dice Pablo. Está muy cerca. Hemos de prepararnos para acogerla. Hemos de pasar de la noche al día. Hemos de despojarnos de harapos pecaminosos y revestirnos del Señor Jesucristo. Sepamos descubrir y acoger a Cristo, que viene, y dejarnos contagiar por él.
Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo.
Evangelio (Mateo 24,37-44)
El Señor viene siempre, pero no sabemos de qué manera. Hay que saber descubrir sus ropajes. Viene como amigo o como mendigo; en un acontecimiento agradable o desagradable; en la oración o en el trabajo; en la soledad o en la comunidad. Él viene siempre. ¿Quieres de verdad que venga?
Vive la Palabra
Los caminos de Dios
Dios viene casi siempre sorprendiendo. Sus caminos son distintos e inesperados. También los tiempos; puede venir cuando lo esperas o cuando no lo esperas o cuando ya has dejado de esperar. Sí podemos descubrir ciertas constantes o ciertas predilecciones divinas.
Viene descendiendo, por los caminos de la pobreza y la humildad. Siendo grande, se hace pequeño. Siendo rico, se hace pobre. Desciende hasta el seno de una mujer y hasta el pesebre de un establo.
Viene humanizándose. No sólo se hace amigo del hombre y establece alianzas con él, sino que se hace hombre, en alianza sustancial, definitiva. Es la relación de empatía en su grado pleno. No sólo empatiza con la humanidad, sino con cada hombre concreto, comulgando íntimamente con él.
Viene familiar. No baja del cielo como un asteroide, nace en familia, vive en familia, crea nueva familia. Trata de instaurar en la tierra iconos de la familia trinitaria.
Viene iluminando. Él es luz, y lo llena todo de luz. Él es la Palabra y la Verdad. Por donde él pasa, las tinieblas huyen, aunque a veces plantan cara. Viene a enseñar, como buen maestro, los caminos de la salvación. Cuando habla enciende los corazones.
Viene sirviendo. No viene para ser servido, sino para servir. Un servicio ungido de misericordia. Un servicio para curar, para liberar, para defender. Un servicio de entrega hasta el fin.
Viene amando. Todos los caminos de Dios son caminos de amor, sea cuando sirve, sea cuando redime, sea cuando comulga, sea cuando da su vida por nosotros, caminos siempre generosos. Por los caminos del amor siempre viene Dios.
Ora con la comunidad
Aviva, Padre, en nosotros, tus hijos,
el deseo de salir, acompañados por las buenas obras,
al encuentro de Cristo, que viene,
para que, colocados un día a su derecha,
merezcamos poseer el reino eterno.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.