El Obispo ha escrito esta carta a todos los fieles de la diócesis con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia, que se celebra este año el viernes 30 de diciembre.
Con ocasión de la Navidad, llega cada año la Fiesta de la Sagrada Familia, que fue protagonista indispensable en el misterio del amor y de la vida que celebramos juntos estos días, el del Nacimiento de Jesucristo. Siempre que alguien nace, es porque la familia está en su camino hacia vida. En el caso de Jesús, hay un Dios que preparó en la eternidad su venida al mundo; hay un corazón y un seno materno que le da el primer cobijo; hay un padre y una madre y una familia que lo acogen; hay mucho calor humano, hay, sobre todo, mucho amor en torno a la nueva criatura. Y todo eso sucede en medio de mucha alegría, porque la vida se cultiva siempre en clima de alegría.
En lo que nos cuentan los Evangelios sobre la encarnación, gestación y nacimiento de Jesús, es que todo sucede con un evidente y profundo amor y en medio de mucha alegría del cielo y la tierra. En el Nacimiento de Jesús todo está impregnado del amor infinito de Dios y del amor humano de sus padres, José y María. En ese mismo amor y en esa alegría vivió Jesús también su desarrollo como ser humano. “Creció en sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52). Fue en la alegría del amor como se preparó para su encuentro redentor con las necesidades de los hombres, a los que vino a salvar por el amor de la cruz y la alegría de la resurrección.
Se puede decir que la vida de Jesús entre nosotros se gesta en Amoris Laetitia, en la alegría del amor; evidentemente compartida en la familia de Dios, que es la Trinidad, y en la familia humana en el Hogar de Nazaret. Eso significa que la familia cristiana, bajo su inspiración, ha de cultivar y cuidar siempre ese estilo, esos valores esenciales. No será seguramente distinta a las demás familias en sus problemas, y tendrá las mismas dificultades que hoy tienen todas las familias del mundo para encontrar su solidez y cohesión; pero tendrá los recursos necesarios para un nuevo modo de encarar su vocación y misión.
Eso es lo que la Iglesia, como depositaria y testigo de los bienes del cielo, nos quiere recordar en la Fiesta de la Sagrada Familia de esta Navidad 2016: que para la familia vivir la alegría del amor es imprescindible. Nos dice la Iglesia que ese es el mejor camino para comprender la grandeza, la belleza y la bondad del matrimonio y de la familia; es ese el mejor antídoto ante las pruebas y las crisis matrimoniales; esa es también la mejor medicina ante las patologías que en ocasiones les sobrevienen a las parejas en su relación y a las familias en su convivencia. Vivir la alegría del amor, que siempre es buena noticia, es la mejor propuesta que hoy le puede hacer la familia cristiana a otros modelos de familia. Es el mejor modelo para proponer hoy la familia cristiana, para anunciar el evangelio del matrimonio y de la familia.
Ante todas esas formas de familia, en las que hoy viven muchos, los cristianos hemos de saber ofrecer el modelo original que nos inspira, diciendo a todos que en absoluto está anticuado, sino que sigue siendo tan valioso como siempre. Ese será nuestro mejor modo de colaborar en la creación de la cultura de la familia. Con nuestro testimonio de vida cristiana en familia hemos de saber decir: “quien quiera encontrar el verdadero sentido de la familia, quien esté buscando cómo ser feliz en el ámbito familiar, aquí tiene un modelo, el de la familia cristiana”. Con sencillez y humildad, porque somos pobres y débiles como todos los demás, le decimos a quien quiera escucharnos que venga a nuestra casa y compruebe cómo vivimos y cuáles son las motivaciones que nos llevan a ser felices en este ámbito de amor y en este servicio a la vida, que es la familia cristiana. Evidentemente, eso lo hemos de fortalecer cada día siendo verdaderas Iglesias domésticas en el seno de la vida de la Iglesia, de nuestra Iglesia diocesana. Por mi parte, como pastor y guía de la Diócesis, en la medida de mis posibilidades, haré todo lo que esté en mis manos para que entre todos cultivemos esta obra maestra de Dios, que es la familia cristiana.
Para vuestra fidelidad y perseverancia, os recomiendo que le pidáis al Señor que os ayude a vivir siempre en el amor, ese que nace, crece y se fortalece en la familia, ese que es fuente de perenne alegría, ese que siempre enriquece al ser humano y hace mejor a la humanidad entera. Pidámosle también a la Virgen, causa de nuestra alegría, que bendiga a todas las familias, y de un modo particular que bendiga a las que, por las razones que sean, están pasando dificultades en estos momentos.
Con mi afecto y bendición a las familias de nuestra Diócesis de Jaén: a los abuelos, a los padres, a los hermanos, a los matrimonios, a los hijos y a cuantos estén cobijados en el mismo hogar, para que todos viváis en afecto, paz y alegría.