Emaús. Santa María Madre de Dios (A)

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.

Escucha la Palabra

Primera lectura (Números 6,22-27)

Una bendición clásica y modélica. Bendice el sacerdote, pero no es el sacerdote el que bendice: bendice Dios. Y la bendición consiste fundamentalmente en que te sonría y te tenga en las palmas de sus manos. ¿Qué más se puede pedir? De ahí se deriva la paz, que es el compendio de la salvación. No se necesitan más cosas. Que la sonrisa de Dios y la paz de Dios te acompañen todos los días del año.

El Señor habló a Moisés: «Di a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciréis a los hijos de Israel:  “El Señor te bendiga y te proteja,  ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”.
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré».

Salmo responsorial (Salmo 66)

QUE DIOS TENGA PIEDAD Y NOS BENDIGA.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga;
que le teman todos los confines de la tierra.

Segunda lectura (Gálatas 4,4-7)

Dios envió a su Hijo. Tomó carne de una mujer. Se sometió a la condición humana. Se sometió a la ley. Su misión fue liberadora, rescatarnos de la ley para que seamos hijos. Pero esto no es posible sin el Don del Espíritu, el que nos regala divinidad y nos enseña a ser hijos de Dios y decir «Abba».

Hermanos:
Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.

Evangelio (Lucas 2,16-21)

Es la Octava de Navidad. Todavía se oyen los ecos de los pastores que daban gloria alabanza a Dios. Parecen más expresivos que José y María. Ellos no gritan, meditan. Son contemplativos. Y le pusieron por nombre Jesús.  Es el nombre más querido y más repetido. Es como un sacramento, porque realiza lo que significa: que Dios nos salva.

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Vive la Palabra

Preguntas de año nuevo

Hoy comenzamos un «año nuevo». ¿Cómo será?, ¿qué espero yo del nuevo año?, ¿qué deseo de verdad?, ¿qué es lo que necesito?, ¿a qué dedicaré mi tiempo más precioso e importante?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que hoy comienza?
¿Viviré de cualquier manera, pasando de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo, o aprenderé a distinguir lo importante y esencial de lo que es secundario? ¿Viviré de forma rutinaria y aburrida, o aprenderé a vivir con espíritu más creativo?
¿Seguiré este año alejándome un poco más de Dios o empezaré a buscarlo con más confianza y sinceridad? ¿Seguiré un año más mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin de mi alma maltrecha una invocación pequeña, humilde pero sincera?
¿Viviré también este año preocupado solo por mi bienestar o sabré preocuparme alguna vez de hacer felices a los demás?, ¿a qué personas me acercaré?, ¿sembraré en ellas alegría, o contagiaré desaliento y tristeza? Por donde yo pase, ¿será la vida más amable y menos dura?
¿Será un año más, dedicado a hacer cosas y más cosas, acumulando egoísmo, tensión y nerviosismo o tendré tiempo para el silencio, el descanso, la oración y el encuentro con Dios?, ¿me encerraré solo en mis problemas o viviré tratando de hacer un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré con indiferencia las noticias que día a día me llegarán desde los países del hambre?, ¿contemplaré impasible los cuerpos destrozados de las gentes de Irak o los ahogados de las pateras?, ¿seguiré mirando con frialdad a los que vienen hasta nosotros buscando trabajo y pan? ¿Cuándo aprenderé a mirar a los que sufren con corazón responsable y solidario?
Lo «nuevo» de este año no nos vendrá de fuera. La novedad solo puede brotar de nuestro interior. Este año será nuevo si aprendo a creer de manera nueva y más confiada, si encuentro gestos nuevos y más amables para convivir con los míos, si despierto en mi corazón una compasión nueva hacia los que sufren; si dejo que el Dios que se encarnó en la historia se encarne también en mí corazón y en mi vida; si me dejo bendecir por él.

Ora con la comunidad

Padre Dios, que por la maternidad de la Virgen María
diste a los hombres la salvación,
concédenos experimentar la intercesión de aquella
que nos entregó a Jesucristo, autor de la vida,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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