Emaús. Domingo II de Adviento (A)

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.

Escucha la Palabra

Primera lectura (Isaías 11,1-10)

Es el sueño de un mundo nuevo; no añoranza, sino profecía del paraíso: un mundo sin injusticias ni desigualdades, un mundo sin violencias ni servidumbres, un país colmado de la ciencia y la gracia del Señor. ¿Será posible? Posible solo cuando aparezca el Ungido del Espíritu. Cuando el Espíritu del Señor se derrame sobre toda carne. Cuando el hombre se deje guiar por Dios.

EN aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja. El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.

Salmo responsorial (Salmo 121)

QUE EN SUS DÍAS FLOREZCA LA JUSTICIA, Y LA PAZ ABUNDE ETERNAMENTE.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres.
Que su nombre sea eterno
y su fama dure como el sol:
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso
todas las razas de la tierra.

Segunda lectura (Romanos 15,4-9)

La virtud de la esperanza, que cultivamos especialmente en Adviento, necesita de una buena dosis de paciencia y otra tanta de consuelo. Paciencia, porque la espera es larga y las dificultades muchas. Consuelo, porque el sufrimiento o la pena podrían ser insoportables.
La paciencia la ponemos nosotros, el consuelo lo encontramos en las Escrituras. Pero todo nos viene de Dios, fuente de toda paciencia y consuelo.

HERMANOS:
Todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: «Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre».

Evangelio (Mateo 3,1-2)

Juan era un hombre de los desiertos, austero y duro, para sí y para los demás. Un profeta que, en parte, se parece a los antiguos. Grita, denuncia, amenaza. Sus palabras son hachazos a la conciencia de todos. Y la gente, hambrienta de Dios, acudía a él.
Pero Juan era un profeta distinto. Tiene un toque de gracia, ofrece signos de renovación y anuncia el cumplimiento de todas las esperanzas. Lo nuevo de Juan es que se presenta como el heraldo del que ya viene, como el preparador de caminos y conciencias para lo que ya está llegando: el Mesías y su salvación.

POR aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego. El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Vive la Palabra

Preparad el camino del Señor

Juan es una gran figura del Adviento. Fue un gran profeta, con mucha sensibilidad para captar los signos de los tiempos. Su misión, la de preparar los caminos del Mesías.
El Mesías vino en tiempos de Juan y viene en nuestro tiempo. Para poder recibirlo necesitamos convertirnos de nuestro conformismo, de nuestro consumismo y de nuestro materialismo. Necesitamos también nosotros ser bautizados, pero con un bautismo de Espíritu y de fuego.
La convivencia será posible cuando surja el Hombre Nuevo. Al final del camino. Pero también «haciendo el camino», en cualquier momento… Cuando, convertidos a Jesús, nos abramos a los demás, acogiéndonos sin prejuicios los unos a los otros.

Ora con la comunidad

Padre Dios, rico en misericordia,
cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo,
no permitas que lo impidan los afanes de este mundo;
guíanos hasta él con tu sabiduría,
para que podamos participar plenamente de su vida.
Él vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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