Asambleas cristianas en Adviento (2)

Aqui tienes el guión de la asamblea, por si estás en tu casa y no puedes participar en la reunión de ningún grupo. Queremos que te sientas cerca de nosotros, aunque no lo estés físicamente. La misericordia del Señor traspasa paredes y acorta distancias.

Nos disponemos

Al inicio de este encuentro de oración invocamos al Espíritu Santo para que abra nuestro corazón a la Palabra. Rezamos juntos:

Ven, Espíritu Santo,
dispón nuestros oídos para la escucha de la Palabra,
ilumina nuestras mentes para que la comprendamos.
Empújanos para que despertemos del letargo,
haznos experimentar la cercanía de Cristo.
Fortalécenos para que podamos acoger y seguir
las enseñanzas del Evangelio.
Amén.

Proclamamos la Palabra: Mateo 3,1-12

1 Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando: 2 «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». 3 Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
4 Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 5 Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; 6 confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. 7 Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? 8 Dad el fruto que pide la conversión.
9 Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. 10 Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. 11 Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 12 Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

Leemos atentamente: ¿Qué dice el texto?

Tras un momento de silencio releemos atentamente el texto. Las pautas y las preguntas nos pueden ayudar a hacerlo.

La figura del Bautista

Durante el tiempo del Adviento nos preparamos para la venida del Mesías. A esa llegada debía disponerse el pueblo de Israel. Toda esa espera y preparación se condensa, en el evangelio de esta semana, en la figura de Juan el Bautista. Los cuatro evangelios hablan de él, y relacionan los comienzos de la actividad de Jesús con su predicación y con su bautismo. Mateo es el que lo presenta con rasgos más cristianos, subrayando la continuidad entre ambos personajes. Hoy es el Bautista el que aparentemente torna el centro de la escena, se presenta con su estilo de vida y con sus palabras, e invita a dirigir la mirada hacia el más fuerte que viene detrás de él.

Según el evangelio que hemos leído, ¿qué proclamaba Juan Bautista en el desierto? ¿Os recuerda en algo el mensaje de Jesús según Mt 4,17?

Preparad el camino del Señor

Según Mateo, tanto Juan como Jesús y los apóstoles anuncian la llegada del Reinado de Dios con las mismas palabras. Pero el Reinado de Dios anunciado por el Bautista es diferente al de Jesús y los apóstoles, como muestran los diferentes bautismos que llevan a cabo. En una primera parte (Mt 3,1-6) el evangelista resume el mensaje y describe su misión, que tienen un marcado tinte escatológico, es decir, referente al tiempo final y definitivo. Juan aparece, con su predicación penitencial, como el profeta de un juicio definitivo e inminente.

¿Con qué dos lugares aparece asociado Juan Bautista? ¿Qué actitud exige la llegada del Reinado de Dios? ¿Cómo se interpreta toda la actividad de Juan a la luz de la cita de Isaías?

La llamada a la conversión

La llegada inminente del Reinado inspira y condiciona el mensaje y el bautismo de conversión que Juan lleva a cabo en el desierto de Judá junto al Jordán. El evangelista Mateo presenta a Juan con una cita del profeta Isaías que anuncia el fin del castigo del destierro, porque el Señor viene. Por tanto, el Bautista es mensajero de buenas noticias. Además, lo muestra vestido como el profeta Elías (2Re 1,8), el que volverá a preparar el día del Señor. Así pues, Juan es el nuevo Elías, cuya presencia y palabras preceden al Mesías. Para preparar el camino al Señor el Bautista ofrece un bautismo de conversión. Su llamada es a la penitencia, porque el Reino de los Cielos exige un cambio. Urge la conversión ante el juicio definitivo e inminente de Dios.

¿Qué recrimina Juan a los fariseos y saduceos? ¿En qué consiste la verdadera conversión?

La auténtica conversión

En la segunda parte del pasaje de hoy (Mt 3,7-10), el Bautista pronuncia unas palabras muy duras para los fariseos y saduceos. Les recrimina por pensar que actuando así tienen un salvoconducto ante el juicio definitivo. Su bautismo no se podía quedar en un simple rito. Ésa es la tentación que denuncia Juan en los fariseos y saduceos, que se creían perfectos hijos de Abrahán por ser miembros de un pueblo o por defender doctrinas sobre Dios sin implicaciones vitales. La purificación externa del bautismo, pues, tenía que llevar aparejado un estilo de vida conforme a la voluntad de Dios. Para mostrar en qué consiste esa auténtica conversión utiliza la imagen del árbol que debe dar frutos. Su vitalidad se prueba por los frutos que da. Pero se trata de unos árboles que no tienen otra oportunidad. El hacha está esperando por si no dan frutos.

¿A quién se refieren  los versículos finales del fragmento evangélico que hemos leído? ¿Con qué imágenes presenta Juan la misión de Jesús?

Los dos bautismos

Las palabras finales (Mt 3,11-12) se refieren a Jesús y explican cómo Juan prepara el camino al Señor, insistiendo también en las diferencias entre ambos. La conversión aparece de nuevo aquí como un requisito para poder recibir a Jesús. Para ello se repiten algunas imágenes parecidas a las que el Bautista ha dirigido a los fariseos y saduceos. Se refieren, lo mismo que el fuego, al juicio que tendrá lugar al final de los tiempos. Pero también aparece la diferente concepción del Reinado de Dios por parte de Jesús, manifestada en el bautismo que es la puerta de acceso a ese Reinado. El bautismo de Juan es un rito que expresa la conversión ante el juicio, mientras que el de Jesús es de Espíritu Santo y fuego, imágenes que indican la incorporación activa a la misión de la Iglesia.

La conversión, mensaje fundamental de la predicación del Bautista

Las tres partes en las que hemos dividido el evangelio de hoy hablan de la necesidad de una conversión que se manifieste en obras. Éste es el principal mensaje del evangelista.

Meditamos: ¿Qué me dice a mí (a nosotros) el texto?

Las palabras del Bautista cobran actualidad en Adviento: «arrepentíos», «preparad el camino». De nuevo resuenan hoy con fuerza y nos invitan a convertirnos, a cambiar de mentalidad, a redescubrir nuestra condición de bautizados.

«Voz del que grita en el desierto». ¿Cómo puedes ser tú una voz que anuncie buenas noticias en medio de tu ambiente? «Dad frutos que prueben vuestra conversión». ¿Qué frutos estás dando en este momento de tu vida para que tu voz sea creíble y el Reino siga llegando? «Tiene en su mano el bieldo y va a aventar su parva». ¿Qué motivos de esperanza genera en ti el hecho de que Jesús va a ser el juez? «¿Quién os ha enseñado a escapar del juicio inminente?»: ¿Te identificas con las imágenes que utiliza Juan el Bautista para hablar del juicio? ¿Responden a la esperanza que tu tienes? ¿Por qué? 

Oramos: ¿Qué le decimos a Dios inspirados por este texto?

La conversión implica esfuerzo personal, pero no deja de ser Dios quien da el primer paso. Por eso vamos a orar al Señor pidiendo que cambie nuestro corazón y nos haga capaces de dar frutos de vida.
Cada uno puede decirle al Señor unas palabras según el Evangelio le haya inspirado. Después todos juntos rezamos el salmo 71, en el que se dibuja el perfil del verdadero rey según el corazón de Dios, un perfil que se cumplirá a la perfección en Jesús:

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres.
Que su nombre sea eterno
y su fama dure como el sol:
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso
todas las razas de la tierra.

Podemos rezar, para acabar, el padrenuestro, poniendo especial énfasis en la petición «vena a a nosotros tu Reino».

Nos comprometemos: ¿Qué me pide (nos pide) Dios que haga (hagamos)?

Una de las costumbres de los cristianos para significar nuestra espera y nuestra vigilancia en este tiempo de Adviento es poner la corona de Adviento. Comprometámonos a poner la corona en algún lugar visible de la casa y, cada día a una hora determinada, encenderemos la vela o velas (según la semana) y dedicarmeos un momentito a hacer oración con las velas encendidas. Así no nos dejaremos ningún día del adviento a hacer nuestra oración.

Soy un pobre pastorcito,
que camina hacia Belén;
voy buscando al que ha nacido:
Dios con nosotros, Manuel.

CAMINANDO, CAMINA LIGERO,
NO TE CANSES, NO, DE CAMINAR,
QUE TE ESPERAN JOSÉ Y MARÍA
CON EL NIÑO EN PORTAL.

Aunque soy pobre, le llevo
un blanquísimo vellón,
para que le haga su Madre
un pellico de pastor.

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