Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.
Escucha la Palabra
Primera lectura (Génesis 39-15.20)
Después que Adán y Eva emborronaron con ansias la segunda página de su historia, —la primera fue la del encuentro y el amor—, Dios se hizo presente en busca de soluciones. Son importantes estos pasos de Dios en busca del hombre.
¿Qué hacer para limpiar esta página? ¿Arrancarla y empezar de nuevo? ¿Otra Eva y otro Adán? Pero eso significaría aceptar la derrota y reconocer el triunfo del Antidiós. No. Se limpiará la página con lágrimas, quizá con sangre; se empezarán a escribir páginas limpias. Alguna será tan brillante que los fallos primeros servirán de pedestal. María fue una de ellas; María, la nueva Eva.
Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»
Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?»
Ella respondió: «La serpiente me engaño y comí.
El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Salmo responsorial (Salmo 97)
PORQUE HA HECHO MARAVILLAS.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria;
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.
Segunda lectura (Efesios 1,3-6.11-12)
En el proyecto divino, cuando lo de Adán y Eva y la serpiente, ya estaba presente la figura de Jesucristo y su plan de redención. Él será el nuevo Adán, el que cambie las maldiciones en bendiciones, la desobediencia por obediencia, el pecado por la santidad. Ya no seremos manchados, sino «inmaculados». Dejaremos de llorar para dedicarnos a alabar.
Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.
Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.
Evangelio (Lucas 1,26-38)
La estampa de la Anunciación es la contraria a la de la tentación en el paraíso, y va a significar el principio de la restauración deseada.
En vez del demonio, un ángel. En vez del espíritu de la maldad y la mentira, el Espíritu de la santidad y la verdad. En vez de una mujer orgullosa que duda y desobedece, una joven humilde que cree y se entrega. En vez de castigos, gracia, bendiciones y promesas de salvación. En vez de unos hombres que quieren ser Dios, un Dios que quiere hacerse hombre. En vez de una divinidad conquistada, una divinidad regalada.
Y María dijo: Hágase. Y el ángel se retiró y el Espíritu descendió y Dios y el hombre se abrazaron sustancialmente.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios no hay nada imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y la dejó el ángel.
Vive la Palabra
Virgen de la alegría
El ángel de la Anunciación saludó a María con una palabra esperanzada: «Alégrate».
Dios se acerca siempre a la criatura con rostro risueño. Se acerca siempre acompañado de la alegría, la esperanza, la bendición, la gracia. Son hermanas, hijas del amor, frutos del Espíritu, ángeles de la corte de Dios.
Todo lo relacionado con Dios está impregnado de una inexplicable alegría. Una alegría que puede incluso entenderse con algo que parezca tan contrario, como el sufrimiento. Se puede sufrir y tener paz gozosa. Lo que no es compatible con la alegría es la tristeza, sobre todo cuando es continuada y desesperanzada. Pero si la tristeza da la mano a la esperanza, también puede integrarse o sembrarse en el campo de la alegría.
Ora con la comunidad
Padre Dios,
que por la concepción inmaculada de la Virgen María,
preparaste a tu Hijo una digna morada,
y en previsión de la muerte de Jesús
la preservaste de todo pecado;
concédenos por su intercesión
llegar a ti limpios de todas nuestras culpas.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.