Emaús. Domingo III de Adviento (A)

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.

Escucha la Palabra

Primera lectura (Isaías 35,1-6a.10)

Los que tienen miedo, los que están tristes, los que pierden la esperanza, que lean estos versículos proféticos. Anuncian la venida de Dios; y sus consecuencias.

EL desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Contemplarán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes; decid a los inquietos: «Sed fuertes, no temáis. He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo. Retornan los rescatados del Señor. Llegarán a Sión con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros.
Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción.

Salmo responsorial (Salmo 145)

VEN, SEÑOR, A SALVARNOS .

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Segunda lectura (Santiago 5,7-10)

Se anunciaba la venida del Señor, y el Señor vino en persona. Después el Señor se marchó, y se anunciaba otra vez su venida, pero tardaba en volver. Ante la duda y el nerviosismo de las primeras generaciones cristianas, los apóstoles aconsejan paciencia, como la de los labradores, como la de los profetas.

HERMANOS:
Esperad con paciencia hasta la venida del Señor.
Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía.
Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.
Hermanos, no os quejéis los unos de los otros, para que no seáis condenados; mirad: el juez está ya a las puertas.
Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

Evangelio (Mateo 11,2-11)

Al profeta Juan parece que, por un momento, se le acaba la paciencia. Creyó sinceramente que Jesús era el Mesías, pero no ve sus signos portentosos. Jesús lo alaba y le ofrece como respuesta signos liberadores, pero desde la misericordia, como anunció Isaías, no desde la violencia o la venganza: «Los ciegos ven, los inválidos andan…»

EN aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».

Vive la Palabra

Juan Bautista defraudado

Juan Bautista es un genio religioso, encargado, nada menos, que de preparar al pueblo para que recibiera al Mesías. Lo anunció y lo presentó: «Viene detrás de mí». «He aquí el cordero de Dios».
Como preparador, fue como un despertador de las conciencias. Clamó contra el conformismo y la hipocresía. Exigía la no violencia, la justicia, la caridad. Introdujo el bautismo de conversión. Utilizaba la imagen de los caminos que hay que allanar y enderezar para facilitar la venida del Esperado.
Como preparador, empezó hablando del más fuerte y el más santo. Se define a sí mismo como una sombra, como un indigno. El que viene es la Luz, es la Palabra, es el Novio, es el Ungido por el Espíritu. «Yo bautizo con agua, pero él bautizará con Espíritu y fuego».
En el desierto una voz gritaba: «Convertíos». Quería decir: cambiad, renovaos, rejuveneced, volved a nacer. Nada mejor para significar este cambio de vida que el bautismo, o sea, sepultarse en el agua con toda la impureza y la vejez, para salir del agua como niño recién nacido.
Gran parte del pueblo acudía a confesar su vejez y su pecado. Un pueblo humilde, que se deja interpelar por los profetas, que reconoce sus vicios, sus errores y sus dejaciones, que está dispuesto a cambiar, es un pueblo con futuro, apto para recibir al Mesías.
Pero Juan esperaba que el Mesías viniera con poder, con el hacha en la mano. Sería el más grande y el más fuerte. Vendría con el bieldo, para separar el trigo de la paja; y la paja, a la hoguera que no se apaga. Podría venir también con gloria: «verán la gloria del Señor». Esto es lo que ofrecería el diablo a Jesús. Bastarían signos en el cielo, un acompañamiento de ángeles, milagros espectaculares, victorias definitivas.
Podría venir tal vez con riquezas, deslumbrando a los hombres con los tesoros del cielo, convirtiendo en oro las arenas del desierto. Y Jesús no quiso venir así.

Ora con la comunidad

Estás viendo, Padre,
cómo tu pueblo espera con fe
la fiesta del nacimiento de tu Hijo;
concédenos llegar a la Navidad
—fiesta de gozo y salvación—
y poder celebrarla con alegría desbordante.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

Compartir:

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.