Emaús. Domingo I de Cuaresma

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales y festivas. Esta página quiere ser, en cierto sentido, un Emaús para todos los que buscan encontrarse con el Señor en este camino cotidiano de la vida.

Escucha la Palabra

Primera lectura (génesis 2,7-9; 3,1-7)

El relato de Adán y Eva, del árbol prohibido y la serpiente, es propio no sólo de un gran escritor y poeta, sino de un teólogo genial. Quiere explicar el eterno problema del origen del mal y de la muerte.

EL Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo. Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal.
La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer contestó a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La serpiente replicó a la mujer: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

Salmo responsorial (Salmo 50)

MISERICORDIA, SEÑOR: HEMOS PECADO.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Segunda lectura (Romanos 5,12-19)

Dios no podía permitir que su proyecto humano fracasara totalmente. Adán fue un desastre, ciertamente: «por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte». Habrá que esperar la aparición de un nuevo Adán, que superará el daño con la gracia. Pero una gracia desproporcionadamente mayor que el daño.

HERMANOS: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron… Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley.
Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir. Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos. Y tampoco hay proporción entre la gracia y el pecado de uno: pues el juicio, a partir de uno, acabó en condena, mientras que la gracia, a partir de muchos pecados, acabó en justicia. Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos. Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.

Evangelio (Mateo 4,1-11)

El primer Adán fue tentado y perdió —él y sus descendientes, que somos todos; ¡ya es desgracia!—. El nuevo Adán, Jesucristo, fue tentado y venció —victoria grande para él y para cuantos crean en él; ¡la gracia desbordando!—.

EN aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”».
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”».
Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían.

Vive la Palabra

No nos dejes caer en la tentación

Jesús fue tentado a lo largo de toda su vida, porque era humano, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. La tentación, por lo tanto, no es pecado, por mucho que dure y mucho que te zarandee. Puede ayudarnos a clarificarnos y a crecer… La tentación de Cristo es real, no teatral. Jesús fue tentado después de una experiencia intensa de Dios, cuando en el bautismo sintió de una manera especial la Unción del Espíritu y la urgencia de la misión. Jesús fue tentado antes de empezar la vida pública. Se trataba de ver a la luz de Dios cómo había de ser su ministerio mesiánico. Y sus tres tentaciones son programáticas, un compendio de muchas tentaciones, de todas las tentaciones que había de sufrir a lo largo de sus años de ministerio. Recuerdan las tentaciones del pueblo elegido en el desierto.
PRIMERA TENTACIÓN: Si eres Hijo de Dios y Mesías, no pases hambre, puedes convertir las piedras en pan o hacer llover pan del cielo. Así podrías socorrer muchas necesidades. Serías un Mesías bondadoso, como el antiguo José en Egipto. Vale para la Iglesia y cada uno: Tenemos que empatizar con todo el que sufre hambre y con todas las necesidades. Pero la solución no es el milagro fácil. No dar pan, sino exigir que no haya hambrientos.
SEGUNDA TENTACIÓN: Hijo de Dios, preséntate bajando del cielo. ¿Cómo van a creer que eres Hijo de Dios si te han visto nacer de una mujer? Baja del monte al menos, como Moisés, resplandeciente, de manera que no resistan mirarte a la cara; un Tabor continuado. Tus palabras serán divinas, y todos los doctores se admirarán y se postrarán ante ti. No habrá quien se resista a tu palabra y a tu presencia. Vale para la Iglesia y para nosotros. Presentémonos como bajados del cielo, hablando con elocuencia admirable. Hablemos desde el púlpito, desde arriba, desde nuestro saber teológico. No nos pongamos a nivel del pueblo, de ignorantes, cofrades y beatas. Pero la evangelización, ya sabemos, no se ejerce con humana sabiduría, ni desde la altura o la lejanía, sino desde la encarnación, desde la humildad, desde la ternura y la misericordia.
TERCERA TENTACIÓN: Hijo de Dios, vas a encontrar muchos enemigos. Mira lo que le ha pasado a Juan. Tienes que hacerte respetar. Un golpe de fuerza o dos, o tres si es preciso, contra Herodes, contra Roma, contra la casta sacerdotal y saducea y todos te seguirán incondicionalmente. Vale para la Iglesia y para nosotros. Muchas veces la iglesia se a aliado con el poder. Pero la Iglesia no es poder, sino fermento. La salvación nos vino desde la luz y desde la cruz, desde la entrega generosa y desde el servicio.

Ora con la comunidad

Dios todopoderoso,
por medio de las prácticas anuales del sacramento cuaresmal,
concédenos progresar en el conocimiento del misterio de Cristo,
y conseguir sus frutos con una conducta digna.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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