Emaús. Miércoles de Ceniza

Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales y festivas. Esta página quiere ser, en cierto sentido, un Emaús para todos los que buscan encontrarse con el Señor en este camino cotidiano de la vida.

Escucha la Palabra

Primera lectura (Joel 2,12-18)

El profeta Joel llama al pueblo de Israel a una jornada de penitencia. Les urge a que se conviertan de su mal y se pongan con decisión en la línea del seguimiento de Dios. El pueblo vivía en un ambiente apático y decadente. Y además estaba sufriendo los efectos de una catástrofe natural, una larga sequía y una plaga de langostas que había arrasado la cosecha. Esto sucedía unos cuatro siglos antes de Cristo.

AHORA —oráculo del Señor—, convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo. ¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y libación para el Señor, vuestro Dios!
Tocad la trompeta en Sión, proclamad un ayuno santo, convocad a la asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a los muchachos y a los niños de pecho; salga el esposo de la alcoba y la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: «Ten compasión de tu pueblo, Señor; no entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos». ¿Por qué van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios por su tierra y perdonó a su pueblo.

Salmo responsorial (Salmo 50)

MISERICORDIA, SEÑOR: HEMOS PECADO.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Segunda lectura (2 Corintios 5,20-6,2)

Pablo se lo dijo a los corintios hace casi 2.000 años. Y nosotros lo oímos hoy: «Ahora es tiempo de gracia, ahora es día de salvación». Hay que aprovechar esta ocasión y no echar en saco roto la gracia de Dios.

HERMANOS: Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él. Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En el tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.

Evangelio (Mateo 6,1-6.16-18)

Jesús, en el sermón del monte, enseña a sus discípulos cómo tiene que ser su estilo de vida. Es una hermosa página, con imágenes muy expresivas. Describe tres aspectos de la vida de un creyente que se puede decir que abarcan las tres direcciones de cada persona: para con Dios (oración), para con el próximo (limosna); para con uno mismo (ayuno).

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Vive la Palabra

Peregrinos en la Cuaresma

Peregrinamos en Cuaresma y siempre para encontrar a Cristo, que es la fuente de la misericordia. ¡Cómo necesitamos beber de esta fuente! Dios se definía ante Moisés como misericordioso y compasivo, rico en clemencia. ¡Qué maravillosa riqueza! Joel también nos decía que Dios es compasivo y misericordioso, rico en amor. Y Cristo es la fuente de toda esta divina misericordia. Que nuestra Cuaresma nos haga crecer en misericordia. Cada paso que damos para acercarnos a Cristo, o cada invitación para que él se acerque a nosotros, es como un trago más del agua de esa fuente. Cuanto más cerca estás de Cristo, más capacidad de misericordia hay en ti. Disfrútala y hazla disfrutar a los demás.

Ora con la comunidad

Padre de misericordia,
ayúdanos con tu auxilio al empezar la cuaresma,
para que nos mantengamos en espíritu de conversión;
que la austeridad de estos días
nos ayude en la lucha cristiana contra las fuerzas del pecado.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

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