De cara al jubileo. Asamblea 2

Aqui tienes el guión de la asamblea, por si estás en tu casa y no puedes participar en la reunión de ningún grupo. Queremos que te sientas cerca de nosotros, aunque no lo esté físicamente. La misericordia del Señor traspasa paredes y acorta distancias.

Nos disponemos

Nos disponemos a escuchar la voz del Señor con el propósito de mantenernos en la casa del padre Dios. Queremos percibir, una vez más, que su amor es el fundamento de nuestra vida de fe y el motor de nuestra tarea de cada día.

Señor, quiero escuchar tu voz.
Que tu Palabra ilumine mi vida,
que el encuentro contigo,
Dios de bondad y misericordia,
me empuje a seguir a tu Hijo
y a hacer la tarea que tú me encomiendas cada día.
Padre, envíanos el Espíritu Santo
que nos acompañe en nuestras acciones
y nos haga parecernos más a tu Hijo,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Proclamamos la Palabra: Lucas 15,1-3.11-31

1 Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. 2 Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
3 Jesús les dijo esta parábola:
11 Un hombre tenía dos hijos. 12 El menor dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde». Y el Padre les repartió el patrimonio.
13 A los pocos días, el hijo menor recogió sus cosas, se marchó a un país lejano y allí despilfarró toda su fortuna viviendo como un libertino. 14 Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran carestía en aquella comarca y el muchacho comenzó a padecer necesidad. 15 Entonces fue a servir a casa de un hombre de aquel país, quien le mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16 Habría deseado llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17 Entonces recapacitó y se dijo: «iCuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros».
20 Se puso en camino y se fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos. 21 El hijo empezó a decirle: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo». 22 Pero el padre dijo a sus criados: «Traed en seguida el mejor vestido y ponédselo; ponedle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. 23 Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta, 24 porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y lo hemos encontrado».
Y se pusieron a celebrar la fiesta.
25 Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino y se acercó a la casa, al oír la música y los cantos, 26 llamó a uno de los criados y le preguntó qué era lo que pasaba. 27 El criado le dijo: «Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado porque lo ha recobrado sano».
28 El se enfadó y no quería entrar. Su padre salió a persuadirlo, 29 pero el hijo le contestó: «Hace ya muchos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. 30 Pero llega ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitutas, y le matas el ternero cebado».
31 El padre le respondió: «Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. 32 Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado».

Leemos atentamente: ¿Qué dice el texto?

Frente a escribas y fariseos

Los dos primeros versículos son imprescindibles para comprender esta impresionante parábola del padre misericordioso que acabamos de leer. A los fariseos y maestros de la ley les escandaliza el comportamiento atípico de Jesús. Murmuran porque acoge a los pecadores y come con ellos. Entonces Jesús les responde con esta parábola que justifica su comportamiento y revela el rostro misericordioso de Dios, con el que Jesús se identifica en su modo de actuar con los pecadores y publicanos. Lo primero que llama la atención en la parábola es que un hijo, el pequeño, no se ha comportado correctamente.

¿Qué es lo que le pide el hijo pequeño al padre? ¿Tenía derecho a pedírselo?

El pecado del hijo menor

En una sociedad como es la de Palestina del siglo I, el comportamiento del hijo menor resulta muy chocante. Pide lo que no le corresponde aún (el padre no ha muerto) y se aleja de casa y de toda la protección y trato de amor que en ella se da. La ley judía preveía que el hijo más joven recibiría un tercio de la fortuna de su padre (Dt 21,15-17). Y aunque la división de las propiedades del padre podía hacerse en vida, los hijos no accedían a la herencia hasta después de su muerte (Eclo 33,20-24). Así, simbólicamente, es como si el hijo menor matase al padre en vida.
En la lejanía derrocha toda su fortuna, hundiéndose poco a poco, lejos del cobijo de su casa. La desgracia de este hijo llega hasta el límite de cuidar cerdos, animales impuros para los judíos para un judío piadoso lo de criar cerdos sonaría algo así como a nosotros cuidar u criar murciélagos). Deseaba además comer la comida de los cerdos. Pero ni eso le daban. La muerte que merece según la ley (Dt 21,18-21) la encuentra por sus propias opciones.
En el momento en que se da cuenta de que está en un callejón sin salida, el hijo menor calcula la posibilidad de volver a casa para saciar su hambre (Lc 15,17-21). Las motivaciones que le mueven a regresar están llenas de ambigüedades, como la vida de los pecadores y publicanos a quienes simboliza y con los que Jesús se relaciona.

Pero no es éste el único alejamiento del padre del que habla la parábola. ¿Qué actitudes muestra el hijo mayor? ¿A quiénes simboliza este otro hijo?

El pecado del hijo mayor

El hijo mayor nunca ha abandonado la casa ni el trabajo, pero también se ha alejado de su padre: su fidelidad es formal, su obediencia sin alegría ni amor, y su corazón duro, incapaz de perdonar y acoger al hermano que se ha equivocado.
Este hijo representa a los fariseos y maestros de la ley, que no aceptan el comportamiento chocante de Jesús, que con su modo de actuar está mostrando un rostro inesperado de Dios, que no se corresponde con el «Dios que premia a los buenos y castiga a los malos». Los escribas y los fariseos se encuentran anquilosados en unos esquemas rígidos que no quieren abandonar y con los que pretenden marginar de la salvación a otras persona. No admiten tener necesidad de perdón, y como no experimentan la alegría que de él se sigue, nunca serán capaces de unirse a la fiesta de la reconciliación que Jesús ha inaugurado con su comportamiento.

Frente a estos hijos, ¿cómo se muestra el padre?

La misericordia del padre

Frente al formalismo del hijo mayor y el alejamiento del menor, la reacción del padre desconcierta profundamente y desborda todas las expectativas. Toma la iniciativa, se adelanta ante el hijo que se ha alejado, se le conmueven las entrañas, sale a buscarlo, lo acoge, lo abraza con misericordia y, de este modo, elimina todas las posibles ambigüedades de su vástago más pequeño. Mediante una serie de símbolos: vestido, anillo, sandalias, el padre le demuestra que él sigue siendo su hijo. No le importa el honor. El esfuerzo del padre, que simboliza a Dios, concluye con una fiesta del perdón a la que están todos invitados.
Pero el padre misericordioso también sale a buscar al hijo mayor que no quiere entrar en casa ni unirse a esta fiesta, e intenta recomponer la filiación y la hermandad que había perdido por su obediencia fría y rigorista. También nosotros estamos llamados a participar con alegría en la fiesta del perdón que nace del amor de un Dios que es como el padre de la parábola.

 

Meditamos: ¿Qué me dice a mí (a nosotros) el texto?

Esta parábola, central en el mensaje cristiano sobre Dios, quiere ser una invitación a descubrir en el amor del padre de la parábola la bondad y el perdón de Dios; una invitación a dejarse arrastrar por su dinámica de amor y a participar de su alegría. Es algo que no puede ser comprendido desde la «justicia» estricta de los hombres, tal como la expresa el hermano mayor de la parábola que representa a los cumplidores estrictos de la «justicia» de Israel. Tampoco éstos han sabido comprender la presencia de la «justicia» de Dios, que es misericordia, en el estilo de vida de Jesús. El evangelio proclamado es para nosotros una oportunidad para convertirnos: recapacitar, ponernos en camino y volver junto al Padre. Pero, sobre todo, es una nueva ocasión para contemplar y saborear el perdón de Dios que surge de un corazón misericordioso como el suyo.

¿Con qué personaje de la parábola te identificas en este momento de tu vida? ¿Por qué? ¿A qué cambio de actitudes y de comportamientos te invita hoy este relato de Jesús? Mira si te pareces al hijo mayor: ¿Cuándo vives una religión centrada en cumplir leyes y preceptos? ¿Qué te enseña la parábola al respecto? ¿A qué te invita? ¿Qué imagen de Dios descubres en esta parábola? ¿Tienes experiencia de un Dios así? ¿Qué tiempo dedicas en tu día a día para estar con el Dios que te ama entrañablemente? ¿Quiénes son los que necesitan hoy restablecer su dignidad y ser recibidos por Dios y por la iglesia? ¿Cómo traduciríamos en gestos actuales el «correr», el «abrazar», el «besar», la entrega del anillo y la fiesta del padre? ¿Qué podemos hacer concretamente? Aquel padre estuvo siempre dispuesto a salir al encuentro de ambos hijos. Con esta salida mostró a ambos su amor. ¿Quiénes son las personas y las situaciones que esperan hoy nuestra «salida»? ¿Qué podemos ofrecerles concretamente? ¿Cómo vamos a comprometernos?

Oramos: ¿Qué le decimos a Dios inspirados por este texto?

En el centro de esta parábola hemos encontrado un corazón que busca con pasión, que acoge calurosamente y que siempre está dispuesto a hacer fiesta con todos nosotros.
Cada uno puede decirle al Señor unas palabras, desde lo que le sugiere el evangelio que hemos leído.
Después decimos juntos el Salmo 33 al Dios de la misericordia, que nos permite contemplar y gustar su bondad.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
El lo escucha y lo salva de sus angustias.
El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved que bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.
Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
El cuida de todos sus huesos,
y ni uno sólo se quebrará.
La maldad da muerte al malvado,
los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.

Nos comprometemos: ¿Qué me pide (nos pide) Dios que haga (hagamos)?

Buscamos un compromiso de grupo para realizar durante esta semana. Una acción que sea concreta y que en la próxima reunión podamos evaluar si hemos cumplido o no. Por ejemplo, orar por una persona que sabemos que está pasando por un momento de crisis de fe o de dificultad humana, haciéndonos solidarios con ella en lugar de sentir que sus problemas son solo suyos.

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