Emaús era una aldea cercana a Jerusalén en la que dos discípulos tuvieron la experiencia de encontrarse con el Señor resucitado al meditar las Escrituras y al partir el Pan (Lucas 24,13-35). Es la misma experiencia que nosotros queremos tener en cada una de nuestras reuniones dominicales. Emaús es una hoja impresa que usamos en las celebraciones dominicales y festivas en nuestras tres parroquias. Aquí la tienes también accesible para ti, si no puedes, por algún motivo, acudir a la iglesia.
Escucha la Palabra
Primera lectura (Hechos de los Apóstoles 14,21b-27)
Muchos puntos importantes para la Iglesia en estos pocos versículos: necesidad de la palabra, que anima, conforta y advierte sobre peligros y sufrimientos; necesidad de construir las iglesias locales, instituyendo pastores y presbíteros; necesidad de seguir evangelizando sin limitaciones: la puerta de la fe está abierta para todos; necesidad de compartir la misión evangelizadora comunitariamente.
Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
Salmo responsorial (Salmo 144)
DIOS MÍO, MI REY.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas
te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
Segunda lectura (Apocalipsis 21,1-5)
No miremos al pasado, el futuro siempre es mejor. En Cristo resucitado se anticipa el futuro pleno, vuelta al paraíso, la va ciudad, el mundo nuevo. En él ya no habrá llanto ni opresión; todo será libertad y vida. Esta nueva ciudad será la novia de Dios, el templo de Dios. Dios acampará en su pueblo.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas».
Evangelio (Juan 13,31-33A.34-35)
Cuando la tiniebla se aleja, resplandece la luz. La tiniebla es desamor, la luz es amor. Cuando los hermanos se aman, allí está Dios. La comunidad de los discípulos que creen en Jesús y se aman como Jesús es un sacramento de la gloria de Dios. Toda la gloria de Dios se concentra en Cristo, capaz de amar divinamente. En la cruz, expresión máxima del amor, reverbera esta gloria. El calvario se convierte en monte iluminado. He venido a traer fuego a la tierra.
Vive la Palabra
La iglesia del amor
El amor es la señal de los discípulos de Jesús. Sin amor no puede haber comunidad ni puede haber seguimiento de Cristo. Hay muchas clases y niveles de amor, el de los cristianos es el más grande. La luz que más brilla. Si hay personas compasivas, ellos más. Si hay personas generosas, ellos más. Si hay personas serviciales, ellos más. Si hay personas fraternales, ellos más. Siempre un poquito más, hasta llegar al amor de nuestro Señor Jesucristo: que os améis unos a otros como yo os he amado.
El amor de Jesucristo ¿quién lo puede medir? Es inmenso, es misterio. Puedes poner todos los calificativos: generoso, servicial, amistoso, incondicional, gratuito, paciente, misericordioso, oblativo, hasta el final. Pero siempre mejor y siempre más.
La Iglesia ha sido convocada para ser testigo de este amor.
El primer paso es dejarse amar. Nadie puede saber lo que es el amor de Cristo si no lo ha experimentado. Este amor no se conquista, es don: como yo os he amado. Él nos amó primero (ver 1Jn 4,10). Después vivirás de amor.
La experiencia es esencial en la vivencia cristiana, y es el argumento que el mundo espera de la Iglesia. No se convence con palabras y razonamientos, sino con el testimonio del encuentro. En esto conocerán que sois mis discípulos.
Desde esta experiencia se aman los discípulos de Cristo, con el amor de Cristo; desde esta experiencia los cristianos aman a los demás, con el amor de Cristo. A este amor personalizado le llamamos también Espíritu Santo.
Es un reto. La Iglesia no se apoya en el poder, ni el dinero, ni en la ciencia, sino en el amor, en la debilidad y la fuerza del amor, cuya máxima expresión es la cruz.
Ora con la comunidad
Padre Dios,
tú que has querido redimirnos
y hacernos hijos tuyos,
míranos siempre con amor de Padre
y haz que cuantos creemos en Cristo
alcancemos la libertad verdadera
y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.