Una serie de acontecimientos han venido a juntarse en estos últimos días para reclamar nuestra solidaridad con los que sufren.
1En primer lugar sigue ante nuestras conciencias la crisis de los refugiados que huyen de las guerras y conflictos políticos de los países de Oriente Medio y el Norte de África. Aunque los estados se enfrentan a esta crisis desde el punto de vista político y social, con soluciones harto discutibles, la Iglesia debe tener a la vista los dramas humanos de cada persona y cada familia que huye de la muerte y la violencia, como el mismo Papa nos ha hecho ver en su breve visita a la Isla de Lesbos acompañas por el Patriarca de Constan nopla y el Arzobispo de Atenas. 2En segundo lugar, el mismo Papa nos reclama una mirada de misericordia para con los habitantes de Ucrania cuya trágica situación empieza a ser olvidada por todo el mundo. Todos vuelve la mirada a otras regiones donde salta la novedad de los acontecimientos o donde lo reclaman los intereses políticos. Los católicos ucranianos se sienten solos ante sus problemas acuciantes y la Iglesia de Europa no puede dejarlos abandonados a su suerte. La colecta de este domingo será enviada para ayudar a la Iglesia católica ucraniana en sus necesidades. 3En tercer lugar nos oprime el dolor del terrible terremoto de Ecuador. Esmeraldas, Manabí y el Guayas han sofrido el zarpazo de la ira de la tierra. La provincia de Manabí está en una difícil situación. Son muchos los muertos y heridos y son muchos los que están en extrema necesidad en estos primeros momentos de pérdida de bienes y de dificultad de conseguir lo inmediatamente necesario para vivir. También la Iglesia está sufriendo como institución ya que se han destruido muchas iglesias y lugares de culto, muchas casas parroquiales y centros de pastoral, muchos dispensarios médicos y muchos centros de enseñanza. Parece que todo el esfuerzo de muchos años de crecimiento y vitalidad se ha venido abajo en un minuto. Para Jaén esta catástrofe no es lejana. Hemos trabajado allí muchos años, sacerdotes y seglares de la diócesis y los ojos se nos llenan de lagrimas ante tanta destrucción y tanto sufrimiento de gente que nos es tan querida.